F 1/8/11 - 1/9/11 ~ Ministerio de Música Romanos 8.35

La luz del Santo nos cubrió y nos saco de las tinieblas.

viernes, 19 de agosto de 2011

Los ojos dulces de María


Mírame María, con tus ojos comprensivos y misericordiosos y llename de paz. 


Siempre me ha hecho reflexionar mucho aquella bienaventuranza de Cristo: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”. ¿Qué tendrá que ver la pureza con la vista? Desde luego, con la vista corporal quizá no tenga que ver apenas nada. Pero seguramente mucho con la “vista” espiritual. Porque está claro que a Dios no se le puede ver con los ojos de la carne, pero sí con los del espíritu, con los del corazón, que son la fe y el amor. Sólo cuando el alma es pura y cristalina está en condiciones de poder ver y contemplar a Dios. “Sólo en un corazón puro -escribía San Agustín- existen los ojos con que puede Dios ser visto”.

Me imagino que Cristo al formular esta bienaventuranza tenía en mente a su Madre. Ella era la creatura más pura que jamás ha existido y existirá. El corazón de María era como un mar de gracia profundo, cristalino y transparente. 

Se ha dicho siempre que los ojos son las ventanas del alma. Es cierto. A través de ellos se puede mirar al interior de otra persona. Por eso, mirando a los ojos a María podremos ver y apreciar la pureza inmaculada de su alma.

Los ojos de María. ¡Quién pudiera haberlos visto realmente tan siquiera una vez, aunque fuera por un instante! Sólo a algunos privilegiados les tocó. Nosotros hemos de contentarnos con verlos desde la fe o con soltar un poco nuestra imaginación para hacernos una idea de cómo eran.

Los ojos de María. Ojos hermosos, agradables, con esa belleza natural que no necesita de mejunjes ni postizos para ser encantadores. Ojos sencillos, de esos que no saben mirar a los demás desde arriba. Ojos bondadosos, que nunca se han desfigurado con guiños de ira o de odio. Ojos sinceros, que no han aprendido a mentir; testigos de un interior sin sombra de doblez. Ojos atentos a las necesidades ajenas y distraídos para fijarse y molestarse por sus defectos. Ojos comprensivos y misericordiosos que, ante pecadores y malhechores, se transforman en manos abiertas que ofrecen la gracia a raudales. Esos ojos cuya mirada Judas evitó al salir del cenáculo la noche de la traición... Esa misma mirada que a Dimas, en el Calvario, llevó a la conversión y al paraíso...

Ojos de mujer que reflejan nítidamente un alma preciosa, adornada de humildad, de bondad, se sinceridad, caridad, de comprensión y misericordia. Los ojos de María. Los ojos de un alma en gracia. Verdaderas ventanas al cielo. Porque cielo era toda su alma.

Los ojos de María, cuya penetrante y dulce mirada todo lo puede. Cuántos indiferentes se han visto interpelados por el brillo de pureza de esos ojos inocentes. Cuántos orgullosos han caído rendidos a sus plantas, desarmados por la mansedumbre que traslucen sus pupilas. Cuántos ánimos frágiles ante el mal se han armado de bravura y han vencido al tentador al recordar que Ella les miraba.

Cuántas veces la sola mirada de María fue sin duda bálsamo sobre el desgarrado corazón de algún vecino atribulado. Cuántas fue fuente de paz y consuelo que barrió de angustias el interior de algún contrariado pariente. Cuántas, esos luceros de su rostro, fueron luz cálida, manto que arropó de piedad e intercesión las almas atenazadas por el frío del pecado. Y cuántas siguen siendo aún todo eso y más para muchos de nosotros.

Es sumamente consolador saber que tendremos toda la eternidad para contemplar, sin cansancio ni aburrimiento, los hermosos ojos de María. Asomarse a ellos es asomarse a la maravilla más excelsa salida de las manos de Dios. María fue su obra maestra. En Ella el Creador se lució. Ella es, en palabras de Pio IX, “un inefable milagro de Dios; es más, es el más alto de todos los milagros y digna Madre de Dios”. Pablo VI la describe como “la mujer vestida de sol, en la que los rayos purísimos de la belleza humana se encuentran con los sobrehumanos, pero accesibles, de la belleza sobrenatural”. Sin embargo, no hay que esperar a llegar al cielo para recrearnos en su contemplación. Podemos desde ahora, con la fe, mirar sus ojos y sostener su mirada portentosa.

Pero me temo que muchos de nosotros somos incapaces de sostener una mirada tan luminosa. Nos molesta el chorro de luz que el alma pura de María despide a través de sus ojos y de todo su ser. Nuestras pupilas, tan acostumbradas quizá a las oscuridades de la impureza y del pecado, no soportan semejante claridad. A lo mejor no queremos que esa mirada materna desenmascare y purifique nuestra alma llena de barro. Porque no estamos dispuestos a dejar que en ella penetre la gracia de Dios y la limpie y la ordene y la santifique. Todo eso cuesta mucho. El precio de la pureza es elevado, sólo las almas ricas pueden pagarlo. Ricas en amor, en generosidad, en desprendimiento de sí y de los placeres desordenados. 

Sólo esas almas disfrutarán ya en la tierra del gozo espiritual incomparablemente más sublime, profundo y duradero que el más refinado placer corporal. Sólo ellas experimentarán la libertad interior del que no está encadenado por los instintos del cuerpo. Y sólo ellas gozarán de la bienaventuranza de la visión de Dios por toda la eternidad.

María ha sido la creatura más pura y por eso también la más auténticamente feliz y satisfecha, la más libre de espíritu, la mejor dispuesta para ver a Dios y saborear esa deliciosa visión con una intensidad inigualable.

La soledad compañera de la vida


La soledad está en nuestras vidas, pero hay que saber amarla. Nos llevará al encuentro con Dios que llenará nuestras vidas porque El es todo amor. 


La soledad es un sentimiento que nos llena el alma de un silencio frío y oscuro si no la sabemos encauzar. Hay rostros surcados de arrugas, de piel marchita, de labios sin frescura, de ojos empequeñecidos, turbios y apagados que nos hablan por si solos de la soledad. Si sus voces nos llegaran nos dirían de su cansancio, de su miedo, pero sobre todo de su soledad....

Pero no hace falta que seamos ancianos para que en la vida nos acompañe la soledad.

La soledad del sacerdote, aún los más jóvenes, con sus votos de obediencia, pobreza y castidad, pero a veces es más dura la soledad de su propio corazón, que aunque ayudado por la Gracia de Dios no deja de ser humano. Tienen que consolar a los seres que llegan hasta ellos con sus penas, con sus problemas pero su corazón no puede aferrarse a ninguna criatura de la tierra y a veces se sienten solos, muy solos, tan solo acompañados de una gran soledad

La soledad en la adolescencia, duele profundamente por nueva, por incomprensible...Los padres se están divorciando, se quiere a los dos, se necesita a los dos, pero para ellos parece que no existe ese ser que no acaba de comprender y que está muy solo. Ellos tienen sus pleitos, su mal humor. La mamá siempre llorando, el papá alzando la voz... para él nada... tal vez sientan hasta que haya nacido. Si se divorcian será un problema ¿Qué será de él?¡Qué gran soledad, qué amarga soledad!

Las monjas misioneras, los misioneros, lejos de sus seres queridos y en tierras extrañas.

Y la soledad en algunos matrimonios, esa soledad que ahoga, que asfixia...que como dice el poeta: "es más grande la soledad de dos en compañía". El hombre de grandes negocios, empresario importante, magnate en la sociedad que parece que lo tiene todo pero que en el fondo vive una gran soledad.

La soledad de las grandes luminarias siempre rodeadas de personas y siempre solas... Las esposas de los pilotos, de los marinos, de los médicos, saben de una gran soledad y ellos a su vez, en medio del cumplimiento del deber, también están solos. La soledad de las personas que han perdido al compañero o compañera de su vida, ese quedarse como partido en dos porque falta la otra mitad, ese no saber cómo vivir esas horas, ahora tan vacías, tan tristes, tan solas...

Si no convertimos esa soledad en compañía para otros seres quizá, más solos aún que nosotros mismos, si no llenamos ese vacío y esas horas con el fuego de nuestro amor para los que nos rodean y nos necesitan, esa soledad acabará por aniquilarnos, ahogándonos en el pozo de las más profunda depresión. 

En realidad todos los seres humanos estamos solos. La soledad está en nuestras vidas pero hay que saber amarla. Si le tenemos miedo, si no la amamos y no aprendemos a vivir con ella, ella nos destruirá. Si le sabemos dar su verdadero sentido, ella nos enriquecerá y será la compañera perfecta para nuestro espíritu. Con ella podremos entrar en nuestra alma, con ella podremos hablar con nuestros más íntimos sentimientos. 

Ella nos ayudará, ella, la soledad bien amada y deseada a veces, nos llevará al encuentro de nuestra propia identidad y luego al mejor conocimiento de Dios, que llenará nuestras vidas porque El es todo amor.

Silencio y escucha de la Palabra


Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días.



El mundo moderno nos bombardea con noticias y ruidos, con músicas y discusiones, con “blogs” y mensajes de todo tipo. Al mismo tiempo, nuestros corazones generan pensamientos y emociones que aturden y arrastran, que encandilan y casi “drogan” nuestro espíritu.

La semilla no puede dar fruto si el alma vive prisionera de mil preocupaciones, angustias, apegos, zozobras. Para que la semilla empiece su camino vigoroso, antes hay que escardar, limpiar, zanjar, proteger el terreno del espíritu.

Escuchar la Palabra, el mensaje de Dios a los hombres, es imposible si nos faltan espacios de silencio. Como explica el Papa Benedicto XVI, “la palabra sólo puede ser pronunciada y oída en el silencio, exterior e interior. Nuestro tiempo no favorece el recogimiento, y se tiene a veces la impresión de que hay casi temor de alejarse de los instrumentos de comunicación de masa, aunque sólo sea por un momento. Por eso se ha de educar al Pueblo de Dios en el valor del silencio. Redescubrir el puesto central de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia quiere decir también redescubrir el sentido del recogimiento y del sosiego interior” (exhortación apostólica postsinodal “Verbum Domini”, n. 66).

Si adoptamos una sana actitud de silencio, el corazón empieza a estar abierto a la acogida de la Palabra de Dios, como la Virgen, como los santos. Así lo explica el Papa: “La gran tradición patrística nos enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio, y sólo en él la Palabra puede encontrar morada en nosotros, como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente. Nuestras liturgias han de facilitar esta escucha auténtica: Verbo crescente, verba deficiunt” (“Verbum Domini”, n. 66). 

Esto vale, como señala Benedicto XVI en el texto antes citado, de modo especial para la Liturgia: “Este valor ha de resplandecer particularmente en la Liturgia de la Palabra, que «se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación». Cuando el silencio está previsto, debe considerarse «como parte de la celebración». Por tanto, exhorto a los pastores a fomentar los momentos de recogimiento, por medio de los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, la Palabra de Dios se acoge en el corazón” (“Verbum Domini”, n. 66). 

Si pasamos a través de los dinteles del silencio y del recogimiento, interno y externo, entramos en la escuela en la que habla el verdadero Maestro, Jesucristo. Él está, respetuosamente, junto a la puerta de nuestros corazones. “Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos” (Ap 3,20). 

Por eso, al finalizar el texto de la exhortación “Verbum Domini”, el Papa invita a todos los católicos a fomentar un clima adecuado a la escucha con la ayuda del silencio.

“Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella, por la acción eficaz del Espíritu Santo, siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días de nuestra vida. De este modo, la Iglesia se renueva y rejuvenece siempre gracias a la Palabra del Señor que permanece eternamente (cf. 1Pe 1,25; Is 40,8). Y también nosotros podemos entrar así en el gran diálogo nupcial con que se cierra la Sagrada Escritura: «El Espíritu y la Esposa dicen: ´¡Ven!´. Y el que oiga, diga: ´¡Ven!´... Dice el que da testimonio de todo esto: ´Sí, vengo pronto´. ¡Amén! ´Ven, Señor Jesús´» (Ap 22,17.20)” (“Verbum Domini” n. 124).

viernes, 12 de agosto de 2011

¿De verdad se puede dialogar con Dios? ¿Cómo?


Nos explican que orar es escuchar a Dios, pero a Dios no le escuchamos como oímos los sonidos, ni como escuchamos las palabras de un amigo... 


Nos dicen que busquemos a Dios en todas las cosas, pero en realidad no lo vemos de la misma manera en que vemos a las demás personas. Nos explican que orar es escuchar a Dios, pero a Dios no le escuchamos como oímos los sonidos, ni como escuchamos las palabras de un amigo en una conversación.

Efectivamente, sólo vemos y escuchamos a Dios mediante la fe y el amor.

Alcanzar lo invisible a través de medios visibles

Dios se vale de algunos medios para que le alcancemos a Él, que es invisible, a través de algunas realidades visibles y tangibles. Él se nos revela a través de algunos medios, como son Su Palabra, la Sagrada Eucaristía, las creaturas, la historia, los símbolos e imágenes, etc. De diversas maneras descubrimos Su presencia y escuchamos Su voluntad a través de estos medios. Alcanzamos lo invisible mediante lo visible.

La Palabra de Dios

Me refiero ahora a uno de estos medios que tenemos a nuestro alcance para escuchar a Dios y dialogar con Él: la Palabra de Dios. En ella lo veneramos y en ella lo vamos conociendo cada día más, tal y como Él quiso revelarse

“La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros. (...) Dios se nos da a conocer como misterio de amor infinito en el que el Padre expresa desde la eternidad Su Palabra en el Espíritu Santo. (...) El Verbo, que desde el principio está junto a Dios y es Dios, nos revela al mismo Dios en el diálogo de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en él.” (Verbum Domini, 6)

Dios ha hablado y sigue hablando

Pero la Palabra de Dios no es estática o muerta. La Palabra de Dios encierra una riqueza y una virtualidad inmensas que el Espíritu Santo nos va descubriendo a cada uno personalmente en la oración. Se nos revela, se nos da a conocer a lo largo de la historia, de nuestra historia y en el interior de nuestra conciencia cuando hacemos de la Palabra de Dios objeto privilegiado de nuestra meditación diaria. La oración centrada en la Palabra de Dios tiene sello de garantía y autenticidad.

“Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum, 2)

Interiorizar y actualizar la Palabra

Cuando meditamos la Palabra de Dios y la hacemos materia de nuestra oración en la intimidad del propio corazón, se da una conversación personal entre Dios y cada uno de sus hijos. Es como una carta que Dios me escribe personalmente a mí. Nuestra tarea en la oración consiste en leerla con atención, meditarla y contemplarlo a Él interiorizando la Sagrada Escritura en nuestra conciencia y nuestro corazón y actualizándola en el aquí y el ahora de nuestra historia.

Al interiorizar la Palabra de Dios, el Espíritu Santo me habla a mí personalmente. Al actualizar la Palabra de Dios, se aplica y toma sentido en mi existencia. Se convierte en vida. Es así como se da el diálogo entre Dios y sus hijos.

“En los libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual.” Dei Verbum, 21.

Un ejemplo: carta de amor del Padre

Vamos a poner un ejemplo, valiéndonos de esta “Carta de amor del Padre” que cayó en mis manos hace algunos meses. Es una recopilación de textos y referencias de la Sagrada Escritura en clave del amor del Padre.

Esta carta de amor del Padre ofrece materia de meditación y contemplación para muchas horas de oración. A mí me ha servido para dialogar con Dios de manera íntima, profunda y provechosa. Su Palabra me interpela personalmente conforme la voy interiorizando y actualizando, sin prisas.

Es probable que no me conozcas, pero yo te conozco perfectamente bien... Salmos 139.1
Sé cuando te sientas y cuando te levantas... Salmos 139.2
Todos tus caminos me son conocidos... Salmos 139.3
Pues aún tus cabellos están todos contados... Mateo 10.29-31 
Porque fuiste creado a mi imagen... Génesis 1.27 
En mi vives, te mueves y eres... Hechos 17.28
Porque linaje mío eres... Hechos 17.28
Antes que te formase en el vientre, te conocí... Jeremías 1.4-5
Fuiste predestinado conforme a mi propósito... Efesios 1.11-12 
No fuiste un error... Salmo 139.15
En mi libro estaban escritos tus días... Salmos 139.16
Yo determiné el momento exacto de tu nacimiento y donde vivirías... Hechos 17.26
Tu creación fue maravillosa... Salmos 139.14
Te hice en el vientre de tu madre... Salmos 139.13
Te saqué de las entrañas de tu madre... Salmos 71.6 
He sido mal representado por aquellos que no me conocen... Juan 8.41-44
No estoy enojado ni distante de ti; soy la manifestación perfecta del amor... 1 Juan 4.16
Y deseo derramar mi amor sobre ti... 1 Juan 3.1
Simplemente porque eres mi hijo y yo soy tu padre... 1 Juan 3.1 
Te ofrezco mucho más de lo que te podría dar tu padre terrenal... Mateo 7.11
Porque soy el Padre perfecto... Mateo 5.48 
Toda buena dádiva que recibes viene de mi... Santiago 1.17
Porque yo soy tu proveedor que suple tus necesidades... Mateo 6.31-33
Mi plan para tu futuro está lleno de esperanza... Jeremías 29.11
Porque te amo con amor eterno... Jeremías 31.3
Mis pensamientos sobre ti se multiplican más que la arena en la orilla del mar... Sal 139,17-18
Y me regocijo sobre ti con cánticos... Sofonías 3.17 
Nunca me volveré atrás de hacerte bien... Jeremías 32.40
Tú eres mi especial tesoro... Éxodo 19.5
Deseo afirmarte de todo corazón y con toda mi alma... Jeremías 32.41
Y te quiero enseñar cosas grandes y ocultas que tú no conoces... Jeremías 33.3
Me hallarás, si me buscas de todo corazón... Deuteronomio 4.29
Deléitate en mí y te concederé las peticiones de tu corazón... Salmo 37.4
Porque yo inspiro tus deseos... Filipenses 2.13
Yo puedo hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pides o entiendes... Efesios 3.30
Porque yo soy quien más te alienta... 2 Tesalonicenses 2.16-17 
Soy también el Padre que te consuela en todos tus problemas... 2 Corintios 1.3-4 
Cuando tu corazón está quebrantado, yo estoy cerca a ti... Salmos 34.18
Como el pastor lleva en sus brazos a un cordero, yo te llevo cerca de mi corazón... Isaías 40.11
Un día enjugaré toda lágrima de tus ojos... Apocalipsis 21.3-4 
Y quitaré todo el dolor que has sufrido en esta tierra... Apocalipsis 21.3-4 
Yo soy tu Padre, y te he amado como a mi hijo, Jesucristo... Juan 17.23
Porque te he dado a conocer mi amor en Jesús... Juan 17.26 
Él es la imagen misma de mi sustancia... Hebreos 1.3 
Él vino a demostrar que yo estoy por ti y no contra ti... Romanos 8.31
Y para decirte que no tomaré en cuenta tus pecados... 2 Corintios 5.18-19
Porque Jesús murió para reconciliarnos... 2 Corintios 5.18-19
Su muerte fue mi máxima expresión de amor por ti... 1 Juan 4.10 
Entregué todo lo que amaba para ganar tu amor... Romanos 8.31-32
Si recibes el regalo de mi Hijo Jesucristo, me recibes a mí... 1 Juan 2.23
Y nada te podrá volver a separar de mi amor... Romanos 8.38-39
Vuelve a casa y participa en la fiesta más grande que el Cielo ha celebrado... Lucas 15.7
Siempre he sido y por siempre seré tu Padre... Efesios 3.14-15
Mi pregunta es... ¿Quieres ser mi hijo? Juan 1.12-13 
Aquí te espero... Lucas 15.11-32

Con amor, tu Padre

Todo bajo control


Detrás de lo imprevisible, detrás de las mil sorpresas de la vida, sigue la mano de Dios. 


Muchos tenemos el deseo de controlar el presente y el futuro, y hacemos todo lo posible para lograr esta meta.

Preparar bien los detalles de un viaje, ir a una revisión médica, hablar con un experto de negocios para que nos ayude a invertir bien nuestro dinero, evitar los peligros de un accidente o de un robo. Son actos que realizamos para que no nos sorprenda un imprevisto, para que un mal paso no ponga nuestra vida, débil, frágil, vulnerable, en situaciones que quisiéramos ver lo más lejos posible de nuestro camino cotidiano.

Pero la vida nos sorprende. Escapa y corre mucho más allá y más rápido que nuestras previsiones. Aquel médico que nos dijo que todo estaba bien no pudo prever que al salir del hospital caería sobre nosotros una garrapata de esas que provocan enfermedades muy molestas. El psicólogo que certificó la salud emocional del hijo no había sido capaz de descubrir lo que iba a iniciar cuando un grupo de amigos le invitasen a aspirar un poco de hachís. El amigo que nos aseguró que este banco era seguro al cien por cien no pudo imaginar que al ir a llevar nuestro dinero a la sucursal nos iban a recibir no los cajeros, sino unos ladrones “profesionales” y bien armados.

No se trata, desde luego, de ver peligros en todas partes, ni de dejar de tomar precauciones para evitar males que, con un poco de atención, podemos alejar de nuestras vidas. La previsión y el análisis atento de la realidad son parte de la virtud de la prudencia, esa virtud que los filósofos consideraban la reina de las virtudes, pues todo lo demás depende de ella.

Pero también es parte de la misma prudencia y del realismo de la vida el reconocer que hay una enorme cantidad de eventos y de cosas que escapan a nuestro control. Como también es realismo abandonar cualquier obsesión quisquillosa que nos paralice precisamente porque queremos tener todos los hilos en la mano, todo bajo control.

Hemos de reconocer esta sencilla verdad: no podemos tener todo bajo control. La vida en la tierra, por su misma naturaleza, nos lleva al riesgo y a la aventura, a lo imprevisible, a lo inesperado. También, hay que decirlo, con sorpresas felices: aquella enfermedad que para la medicina era incurable, de repente ha dejado de existir. La falta de dinero en la familia se soluciona (a alguno le tiene que tocar) con el premio de la lotería. Y un amigo nos avisa que están buscando un nuevo empleado en esta empresa, precisamente dos días después de que nos dieron de baja en nuestra oficina de trabajo.

Detrás de lo imprevisible, detrás de las mil sorpresas de la vida, sigue la mano de Dios. Un Dios que es Padre, que nos hizo, que nos llama, que arriesga mucho con cada vida humana. Un Dios que me conoce y que me invita a la confianza. Aunque muchas cosas no estén, según mi pobre punto de vista, bajo control.

Dios sabe por qué pasa lo que pasa. A mí me pide poner lo que esté de mi parte para que todo salga de la mejor manera posible, y confiar por completo en Dios para dejarle llevar adelante el trayecto de mi vida.

La última palabra se escribirá cuando el corazón se pare y llegue, irremediable, la muerte. Será una palabra de amor y de esperanza, será un encuentro con un Dios que tenía “todo bajo control”, discretamente, misteriosamente, con un amor que supera en mucho todas las ilusiones humanas.

¿Dios o el Diablo?


Si creo en Dios es para entregarme a El de todo corazón, no temblando de miedo, sino saltando de alegría.
I. Tus preguntas sobre Dios.
¿Dios o el Diablo?

A veces, la gente dice: «fulanito no cree ni en Dios ni en el diablo.» Colocan, así, a los dos en el mismo cesto, lo cual es un grave error, porque, aunque admita sin dudarlo la existencia del diablo, no creo en él de la misma manera que creo en Dios. A Este me entrego por completo, al diablo, no. Además, si creo en Dios es porque admito mucho más que su simple existencia, cosa que también el diablo es capaz de hacer (Santiago 2,19). Si creo en Dios es para entregarme a El de todo corazón, no temblando de miedo, sino saltando de alegría. No juegues, pues, con el verbo «creer» sin saber bien lo que dices.

Te hablo de ello porque, hoy en día, muchos jóvenes no saben ya a qué Dios entregarse, si: al benéfico o al maléfico. Es curioso, porque en nuestra Iglesia ya casi no se menciona al diablo para nada, si no es para definirle como un mito de los tiempos pasados o un fantasma para retrasados mentales, incapaces de distinguir lo religioso de lo psicológico. Incluso algunos teólogos han llegado a dudar de la capacidad de Jesús para clarificar este problema. 

Sin embargo, tú estás oyendo hablar de Satanás continuamente, en tus revistas y periódicos llenos de vampiros, brujos, magos y otras especies. Pero, en estas publicaciones, el diablo deja de ser un ángel caído al que Jesús desenmascara y domina, y María aplasta con su calcañal, para convertirse en una cuasi-divinidad, en un competidor de Dios. Por eso, bastantes jóvenes rinden culto a Satanás como el poder que compite con el del Creador. 

Estoy recordando a Gabriel, un joven hippie que confesaba a su amiga Elena que él veneraba al mal como la fuerza superior a todas las demás. Por eso llevaba un pequeño ataúd colgando del cinturón. Piensa en Mónica, que un día, a la vuelta de unas convivencias espirituales, decide dar su medalla de la Virgen al primer joven que se encuentre en el metro. Y así lo hace. Pero el joven al que le entrega la medalla se queda sorprendido y, al verla, le contesta: «lo siento, mi Dios es Satán.» Y, pensándolo un poco, añade: «sin embargo, la voy a guardar; así comprobaré quién de los dos es más fuerte.» ¡Espero que María haya defendido su causa y la de su Hijo!» 
Esta confusión nos viene desde la noche de los tiempos. En latín, «sagrado» significa al mismo tiempo «bendito» y «maldito». En griego, la palabra «daimon» también significa las dos cosas. De hecho, es la palabra que Pablo utiliza en el Areópago para llamar «religiosos» a los atenienses (Hechos 17,22). Además, hay cultos paganos en los que no se sabe exactamente a quién se reza. En este sentido, Pablo es muy claro: ~ ciertas inmolaciones hechas a los ídolos son hechas, en realidad, al mismo demonio (1 Corintios 10,20). Cuando un hombre pide a la «divinidad» que le ayude a vengarse de su enemigo, que le convierta en un superman invulnerable e inmortal, o que le descubra los secretos del mundo, no puede dirigirse más que al diablo. Sólo Mefistófeles puede escuchar la oración de Fausto. Una oración que, por otra parte, es incapaz de atender, porque el diablo miente más que respira. Así lo hizo con Jesús, cuando le llevó a la cima del monte y le dijo: «te daré todo ese poder y esa gloria, porque me lo han dado a mí y yo lo doy a quien quiero; si me rindes homenaje, todo será tuyo» , (Lucas 4,6). 

No creo que tú caigas en tales exageraciones, pero algunas de tus preguntas versan sobre Satán: 
- ¿Cree en el diablo? 
-¿El demonio es más fuerte que Dios? ¿Cuál es su poder exacto? 
-¿cómo pudo Satanás atacar al propio Jesús?
-¿Qué es el anticristo?

El tema te preocupa. Puede que incluso conozcas a algún compañero con teorías y practicas raras. El satanismo es, a mismo tiempo, un error sobre Satanás, cuyo poder se magnifica, y un error sobre Dios, al que se asimila a un poder anónimo, capaz de hacer el bien y el mal. En el fondo, ciertos jóvenes confunden la religión con la conquista (iba a decir captura) y la explotación de un poder. Están dispuestos a pagar cualquier precio por ello, aunque sea un precio exorbitante y alienante como el don de su alma al diablo. Y este pacto les destruye Por eso, el exorcista tiene que identificar al demonio, conocer su nombre y el pacto establecido, para poder liberar al endemoniado. 

Amigo mío, no confundas al Padre de Jesús con un dinamismo impersonal, ni la gracia con una posesión diabólica. Es Cristo que vive en ti (Gálatas 2,20) no destruye tu personalidad. El Otro que te dirige a donde tú no quieres ir (Juan 21,18) no te viola ni te violenta. Lejos de deteriorar tu ser, la vida divina lo restaura. Lejos de coartar tu libertad, la gracia la reclama y la activa. No eres el juguete de un mago ni el autómata de un sabio maldito. Jesús no tiene esbirros; sus servidores son sus amigos (Juan 15,15). 

La Renovación del Paganismo

« ¿Quién es más fuerte, Dios o Goldorack?», Preguntas. Cuánta angustia se esconde bajo este lenguaje aparentemente infantil! La angustia, es decir, el miedo inherente a todo paganismo. 
Y no exagero. Me ciño a las encuestas más recientes. Ya te he dicho que del 74 por 1 00 de jóvenes españoles cree en Dios, el 46 por 1 00 cree en un Dios personal; el 27 por 100, en un Espíritu o fuerza vital, mientras el 18 por 100 es incapaz de identificar al ser o a la fuerza cuya existencia reconoce. Por otra parte, los no creyentes definen su ateísmo en función de las respuestas dadas por los creyentes: niegan la divinidad (mal entendida) que estos últimos reconocen. De ahí que un de las preguntas que planteas de distintas formas sea: «¿Cómo puede saber que Dios nos quiere?». Para hablar de un Dios que nos ama es necesario que ese Dios sea personal. ¡Soy incapaz de imaginarme la ternura que podría sentir hacia mí un espíritu cósmico! 

Un Dios impersonal 

En la actualidad, como antaño en la tierra de Canaán, lo divino es una energía anónima que puede cumplir diversas y múltiples funciones: hacer llover, conceder hijos, hacer germinar el trigo, ganar una guerra, curar..., etc. Cada santuario tiene su especialidad, como las distintas oficinas de la Administración. El rito no es una oración en el sentido judeo-cristiano, es decir, la súplica confiada dirigida a un verdadero padre, sino el medio infalible para obligar a la divinidad, siempre que se haga correctamente y respetando la tradición. Lo divino es también una realidad misteriosa a la que hay que sorprender por medio de una serie de técnicas adivinatorias, ya que el conocimiento de ese saber oculto proporciona un poder que ya no se encuentra en la magia, sino en la gnosis. 

De ahí que no haya oración ni vida espiritual. Sólo el Dios amor puede abrirnos su intimidad para que la compartamos con el. El don y la gracia constituyen lo más específico del judeo-cristianismo. 

Tampoco hay pecado, es decir, rechazo total de la ternura de Dios. El pagano se muerde los dedos, pero no conoce la contrición y cree que la divinidad es como una especie de corriente eléctrica de alta tensión a la que es mejor no acercarse. 

De ahí que el hombre tenga que reencarnarse, es decir, cambiar de «casa» las veces que le sean necesarias para que ¿y después? Si existe un «después» (algunos partidarios ( la reencarnación no lo estiman necesario), no tiene nada que ver con una comunión, con un «ser con Cristo» (Filipenses 1,23; Tesalonicenses 4,17), sino una supervivencia difusa y muy definida, de tipo cuantitativo y sin ternura alguna. ¡Cuánta angustia y cuántas ganas de huir hay que tener para que esta débiles imágenes puedan alimentar una esperanza! 

Un Dios que despersonaliza 

El universo neopagano también despersonaliza al hombre. En el Canaán de la Biblia, para hacer llover, germinar nacer, los paisanos practicaban la prostitución sagrada. Cuando lo divino es anónimo, la mujer también; Dios se reduce a su poder y la mujer a su fecundidad. 
En nuestros días, la prostitución ya no está relacionada con la religión. Pero, para algunos, la oración se reduce a un: serie de técnicas corporales y psicológicas destinadas a crea el vacío en uno mismo. Se buscan posiciones, se controla la respiración y se repiten unas palabras, para fundirse en un gran todo inmóvil. Los que han vuelto desde las riberas de Ganges a las del Jordán han dado testimonio del carácter destructor de estos métodos, en los que caen ciertos cristianos. He visto, en Bélgica, un cartel con una larga lista de todos lo Monasterios católicos en los que se practicaba y enseñaba el Zen. 

Otros confunden el éxtasis con esos estados segundos que se pueden alcanzar por la danza, la droga o el ayuno. Pero, ¿se puede provocar el éxtasis? ¿Constituye éste el último peldaño de la perfección? «Prefiero la monotonía del sacrificio, decía la pequeña Teresa, al éxtasis. Cristo es mi amor y toda mi vida.» Ella lo había entendido. Si Dios es Amor, la santidad no puede ser más que la perfección de la caridad. Los místicos católicos lo han repetido por activa y por pasiva. Si, cuando estoy rezando, me entero de que hay alguien que está hambriento, es preferible interrumpir la oración y socorre verdadero Dios no despersonaliza; al contrario, esta pendiente de cada persona. 

En cuanto al cielo, no es la disolución de los individuos, la pérdida de la conciencia. Dios, en su eternidad, permanece atento activo: «no duerme, ni descansa, el guarda Israe1» (Salmo 121,4). La comunión trinitaria no suprime la distinción de las tres Personas divinas. En su reposo, el Padre no cesa de engendrar al Hijo en el Espíritu; la vida bulle y circula sin estancarse, es dada y recibida sin cesar. La felicidad no es soporífera, sino alegre y radiante. Es verdad que el cielo sigue siendo misterioso para nosotros, pero conocemos lo suficiente para saber en qué consiste «la bienaventurada esperanza». No impedir a Dios que me ame, ni privar a los demás de que les debo, intentando desaparecer. 

Y así se termina éste nuestro primer diálogo, en el que hemos abordado las cuestiones más importantes por eso valía la pena detenerse un poco más. Espero que no te hayas cansado demasiado. Toma un respiro y reza un buen rato conmigo para agradecer a Dios la gracia recibida. 

Al Dios que está por encima de todo lo creado, sólo podíamos llamarle ¡el Desconocido! 

Bendito seas por esa voz 
que sabe tu Nombre, que viene de ti, 
y hace posible que nuestra humanidad te dé gracias.
Tú, a quien ningún hombre ha podido ver, te vemos coger tu parte 
de nuestros sufrimientos. 
¡Bendito seas por haber mostrado, sobre el Rostro bien amado 
del Cristo ofrecido a nuestras miradas, tu inmensa gloria! 
Tú, a quien ningún hombre escucho, Nosotros te escuchamos, palabra enterrada En nuestro interior. ¡bendito seas por haber sembrado
En el universo que hay que consagrar, palabras que todavía hablan hoy y nos construyen! 
Tú, a quien ningún hombre ha tocado, 
nosotros te hemos cogido: el Árbol fue levantado en medio de la tierra. 
¡Bendito seas por haber puesto entre las manos de los más pequeños, este Cuerpo en el que no cabe tu corazón de Padre!»

domingo, 7 de agosto de 2011

El dolor es un reloj


La explicación del dolor, el porqué de la enfermedad, la incógnita del sufrimiento es una: el amor. 
El dolor es un reloj. Es algo lleno de ingenio que sirve para partir el tiempo en una enormidad de trozos pequeños, muy pequeños. Es algo realmente útil, porque con sus dos agujas divide las horas de alegría y las de abatimiento. El dolor puede ser muy perjudicial, si no se vive bien. El dolor es mágico, porque una hora puede transformarse en sesenta minutos de aflicción o en segundos de dicha. 

Examinemos algunos relojes que han dado la hora correctamente. Algunos, al inicio, se retrasaron. Pero después han funcionado con la fidelidad del cuarzo. No podría valorar el precio de estos quilates... 

Recuerdo el testimonio del doctor Vallejo-Nágera. Le habían diagnosticado una úlcera de duodeno. Le hicieron volver todos los lunes. Después de una revisión más profunda, le dijeron:-Tienes un cáncer de la cabeza del páncreas-. 
-¿Es operable?
-Por la metástasis en el hígado no lo juzgamos conveniente.
-¿Y quimioterapia?
-Lo hemos consultado y no hay ninguna adecuada.
¿Entonces?
-Esto puede durar unos meses... Podrás llevar una vida de cierta actividad en este tiempo.

Días después mandaron el expediente a Houston, para mayor tranquilidad. No había nada que hacer. Juan Antonio continúo su vida normal, pero en otra dimensión. Hacía menos cosas, pero mejor, con más gravedad. 

Un periodista y amigo suyo recogió el siguiente testimonio: “Religiosamente estaba un poco descuidado. Tenía una buena formación, pero con una práctica moderada. Y, sin embargo, sin ningún mérito por mi parte. Al oír eso del cáncer me vino instantáneamente una gran serenidad y pensé: Dios mío, muchas gracias, me has mantenido hasta los sesenta y tres años con una vida sumamente agradable; he tenido ocasión de situar a mis hijos; ya está casada la menor; no me queda nada importante en la vida por resolver y has hecho el favor de avisarme”. 

Otro reloj. Es el caso de “Lolo”. ¿Quién sabe si en unos años no lo invocaremos como San Lolo Garrido? Su historia es muy luminosa. A los 22 años, recién terminados sus estudios de magisterio, una enfermedad comenzó a paralizar su cuerpo. Sus días transcurrían en una silla de ruedas. Le entró una fiebre literaria: leía libros y devoraba artículos. Escribió. Cuando se le paralizó la mano derecha, aprendió a escribir con la izquierda. Al perder incluso la sensibilidad en ésta, pidió que la amarraran una pluma a su mano insensible con una cuerdita. Quería seguir escribiendo. Lolo no perdía el buen humor: “Señor, ahí tienes mi pila de revistas. Y si no te valen, que los ángeles las vendan como papel de envolver”.

Luego la enfermedad le llegó a los ojos. Al quedar ciego, grababa sus libros. En los últimos 10 años de su vida publicó nueve libros. Su testimonio constituye un canto a la dignidad del dolor y del sufrimiento. Estoy seguro que estas palabras le acompañaron en la cabecera de su lecho de dolor e iluminaban más su alma que las miradas de los visitantes. Estas frases bien valen un marco o una estatua: “¡Señor, líbrame de esta tentación de apreciar el tiempo de la enfermedad como un período estéril y sin valor! Una vida de enfermo no es una vida fracasada. Aceptar mi enfermedad, ofreceros alegremente mi sufrimiento, esto no demanda más que un momento”.

La silla de ruedas, la cama. El misterio de encontrarse con uno mismo. El dolor, la enfermedad valen no tanto por lo que quitan, sino por lo que dan.

El dolor es un misterio, como la misma vida de las personas. Nunca lograremos explicarnos totalmente a nosotros mismos, nunca nos comprenderemos. La explicación del dolor, el porqué de la enfermedad, la incógnita del sufrimiento no es una respuesta abstracta. Yo sólo encuentro una: el amor.

No cabe duda de que la enfermedad y el sufrimiento siguen siendo un límite y una prueba para la mente humana, algo así como un tapón para el corazón. Sin embargo, quienes lo han vivido han aumentado su estatura humana.

Todos sufrimos y de muy diversas maneras. La enfermedad y las dolencias se compran en cualquier rincón de nuestro mundo. Uno sufrirá un infarto, otro un cáncer. A alguna la nostalgia y el desaliento le enredarán entre sus telarañas. Los que sigamos, nos haremos viejos. Nos dolerá la espalda, perderemos la memoria... Pero la paz y la vida están seguros. Un Hombre ha roto la piedra del sepulcro y ha dado sentido a la vida. Desde ese momento se han sincronizado todos los “relojes”.

Con Maria y José, en la Elevación


Sé que no soy digna, Señor, de que entres en mi casa, pero una sola palabra Tuya bastara para sanarme. 
El sacerdote, durante la Misa, alza sus manos sosteniendo en alto a Jesús Eucaristía.

Es la Elevación

Y mi corazón te contempla a su derecha, María Santísima, sosteniendo amorosamente su brazo, en tanto que San José se halla a su izquierda. 

Ambos, con infinita delicadeza y suave firmeza, ayudan al sacerdote al sostener al Niño...

- ¿Al Niño, Madre?

- Si hija mía- respondes a mi alma sin soltar tu preciosa carga- el Niño...

José no aparta la mirada de las manos del sacerdote. Ambos son perfectos custodios del Hijo amado.

- Dime, Madre, pues no comprendo ¿Por qué Tu y José ayudan al sacerdote a sostener la Hostia?

Tu manto con piedritas bordadas se ilumina de repente:

- ¿Sabes hija? En cada Elevación vuelven a mi alma aquellos recuerdos de Belén, cuando José y yo tomábamos al pequeño Jesús en brazos. Le alzábamos alto y le contemplábamos... con infinito amor, con serena admiración. Por eso es que, José y yo, nos acercamos al sacerdote en cada Elevación, para volver a abrazar a Jesús.

Las manos consagradas del sacerdote sostienen delicadamente al Niño. 

Si, un Divino Niño que parece pan, pero los ojos de mi alma ven más allá de su apariencia. Esas manos consagradas sostienen a Jesús con la misma delicadeza que José y María lo hacían en los días de Belén.

Las manos santas y las consagradas se han unido, se han mezclado, prodigando al pequeño, las mas suaves caricias.

Y mi alma te entrega la pregunta.

- ¿Belén? ¿Belén en la Elevación, Señora mía?

- Si hija, Belén, José y yo alzando al Niño

Y la Parroquia se transporta toda a la cueva de Belén

Tu, Madre junto a tu esposo, toman delicadamente a Jesús bebe y lo van elevando para que lo vean los pastores. Luego dejan al Niño en manos del sacerdote, quien pronuncia la magnifica invitación:

“Dichosos los invitados a la Cena del Señor”

Y sé que no soy digna, Señor, de que entres en mi casa, pero una sola palabra Tuya bastara para sanarme.

Es tiempo de comunión. Es tiempo de abrazo.

Sales majestuosamente del humilde copón y vas nombrándonos, a todos, uno a uno.

Y eres Niño, y eres Hombre... y eres mi Dios...

Te entregas en un abrazo perfecto, único, irrepetible.

Así, entre parroquianos y pastores, te llegas a mi alma.

Vuelvo lentamente al banco de la parroquia y te suplico, Señora mía:

- Sostenlo, Madre, sostenlo en mi corazón con esa delicadeza que solo Tus manos tienen. Sostenlo y dile que le amo. Tus palabras llegan a Su Corazón más puras que las mías...

Maestra del alma, gracias.... Gracias por hacerme conocer este pequeño gran secreto de amor. Gracias por ayudar a cada sacerdote a sostener al Niño.

Ahora viviré plenamente cada Elevación, porque tu generoso Corazón descorrió, para mí, un poquito, el velo que cubre el más profundo de los misterios: La Eucaristía.

Niño de brazos tiernos y perfume de pan. Pan que llega a mi alma con el acompasado latido del Sagrado Corazón de Jesús.



Amiga mía, amigo mío que lees este pequeño relato de amor. Espero que tu alma se inunde de gozo al contemplar, en cada Misa, este sencillo pero profundo gesto. La Elevación. Aunque tus ojos vean solo las manos del sacerdote, tu corazón sabrá, que otras Manos sostienen tan preciosa carga, desde la eternidad.



NOTA de la autoraEstos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.



  • Preguntas o comentarios al autor

  • María Susana Ratero.

    Dios es un niño grande


    Nos cuesta mucho sonreír, hemos perdido la capacidad de maravillarnos por cosas pequeñas, de gozar cada momento presente. 

    Una madre, para dar ánimo a su hijo, lo llevó a un concierto de Paderewski. El hijo entró en el escenario y empezó a tocar el piano. Cuando las cortinas se abrieron, el niño estaba interpretando las notas de “Mambrú se fue a la guerra”. En aquel momento, el maestro hizo su entrada, fue al piano y susurró al oído del niño: “No pares, continúa tocando”. Entonces Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo. Luego, puso su mano derecha alrededor del niño y agregó un bello arreglo de la melodía. Fue una experiencia creativa. El público estaba entusiasmado. 

    Dios es el gran maestro que nos enseña y nos dirige con sus manos divinas. Con su presencia inunda de vida toda nuestra existencia. “El Señor exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, danza por ti con gritos de júbilo como en los días de fiesta” (So 3,17-18). 

    Dios es alegre y joven. La Escritura nos habla así de Dios: crea la vida “entre el clamor de las estrellas del alba” (Jb 38,7), la hizo con sabiduría (Pr 8,30). Dios disfruta y no sólo en su intimidad; salta de satisfacción al ver a los suyos, a su amado pueblo: “Me regocijaré en mi pueblo” (Is 65,18). 

    A nosotros, los adultos, nos cuesta mucho sonreír. Las preocupaciones nos arrancan el gozo de poder disfrutar. Necesitamos hacernos como niños para entrar en el reino de los cielos (Mt 18,3), para gozar cada momento presente, para deleitarnos con todo lo bello de la vida, como si lo contempláramos por primera vez. 

    El adulto ha perdido la capacidad de maravillarse, de asombrase por los grandes y pequeños acontecimientos. El adulto ha aprendido a pensar y actuar de una forma autómata y rígida. Y ha aprendido también a preocuparse de los negocios, de lo que los demás pensarán y dirán de él. Se reciben aplausos si se actúa de acuerdo a las expectativas de los otros. 

    El adulto funciona a base de normas. Se hace serio y competitivo. Ha cifrado su importancia en el trabajo duro, en la ocupación, en tener cosas... Éstas son sus metas, aunque para ello tenga que dejar de sonreír, vivir amargado y, a veces, hasta enfermar. 

    Según el pasaje evangélico de Mc 10,13-16, los discípulos actúan como “el adulto” y no permiten que los niños, la alegría personificada, se acerquen a Jesús. Sin embargo, él, que era libre, acogía a los niños y destacaba su forma de actuar. 

    El adulto que redescubre el niño interior aprende “lo que ha de tomarse en serio para reírse de lo demás” (Herman Hesse). Esto crea una armonía profunda de espíritu y de unidad con el Creador. 

    Descubrir el niño interior que llevamos dentro nos puede ayudar mucho a despertar a la vida, a contemplar con sorpresa las maravillas que nos topamos cada día, a valorar más el ser que el hacer. Necesitarnos volver a la niñez para darnos mayor cuenta de todo, para vivir sin prisas, para invertir tiempo en el descanso y el juego. Quizá debamos orar con las manos juntas y los ojos cerrados como los niños, pidiendo al Amigo que nos enseñe a disfrutar con lo que tenemos; que nos haga más plenamente conscientes de lo que vemos, tocamos, gustamos y olemos; que nos dé ojos para descubrir los grandes tesoros diarios y vivir en alegría y gratitud; que nos dé el coraje de ser nosotros mismos para no dejarnos llevar por una vida de normas ni por el qué dirán; que nos devuelva el alma de niño para disfrutar de todo y con todo. 

    Acercarnos a los niños nos puede ayudar a ser como ellos: tener sus ojos, pensar como ellos, sonreír y disfrutar la vida como ellos.


    sábado, 6 de agosto de 2011

    Testigos luminosos del Maestro


    Gracias a ellos, sigue vivo el fermento bueno en el mundo, pervive la presencia de la gracia entre los hombres. 



    Los grupos, las sociedades, los pueblos, pueden corromperse y pueden regenerarse.

    La corrupción llega, en ocasiones, poco a poco, desde cosas pequeñas. Luego pasa a lo grande: matrimonios rotos, adolescentes descarriados, jóvenes sin ilusiones y esclavizados por las drogas, adultos prisioneros por la avaricia y por el afán desmedido de un bienestar insolidario.

    Hay pueblos y naciones que han dado las espaldas al Evangelio. Llegan a vivir una “apostasía silenciosa”, como recordaba el beato Juan Pablo II. Aceptan los criterios del mundo. Se someten al señor de las tinieblas y se alejan de la luz (cf. Ef 4,18). Por eso buscan la oscuridad, intentan que sus obras no queden al descubierto. Olvidan que nada puede esconderse a la mirada de Dios: “No se le ocultan sus iniquidades, todos sus pecados están ante el Señor” (Si 17,20).

    En la historia humana, sin embargo, hay personas y núcleos que resisten al contagio del mal. No lo hacen con un extraño deseo de distinguirse, de ser diferentes. Quieren, simplemente, conservar un tesoro inmenso, magnífico, que les llega de Dios y les lleva a Dios.

    Estas personas buscan ser auténticos creyentes. Leen y viven el Evangelio. Participan con fe profunda en la Eucaristía. Recurren al gran regalo de la misericordia en la confesión. Intentan, respetuosamente, tender la mano a quienes les piden razones de su esperanza. Prefieren sufrir por hacer el bien que por hacer el mal (cf. 1Pe 3,14-17). Perdonan, aman, ayudan incluso a sus enemigos.

    Son hombres y mujeres que brillan, porque reciben la luz de Cristo. Abandonaron un día las tinieblas y acogieron una vida que viene de lo alto. Son capaces de regenerar el mundo que les rodea.

    Sus nombres pueden quedan ocultos, incluso ridiculizados, en aquellos ambientes en los que domina el odio hacia lo que viene de Cristo. Pero esos nombres están escritos en el cielo (cf. Lc 10,20).

    Gracias a ellos, sigue vivo el fermento bueno en el mundo, pervive la presencia de la gracia entre los hombres.

    Dios ofrece, desde la vida de esos testigos, una señal de esperanza, sobre todo para quienes han sido atrapados por las fuerzas oscuras del mal.

    Para Él todo es posible. Desde Su Amor, y con ayuda de testigos luminosos del Maestro, hasta el más miserable puede dejar el pecado para introducirse en el mundo maravilloso de la gracia.

    Con Dios presente... ¡El síndrome de la depresión no existe!


    En ocasiones volver a empezar con la rutina de siempre, no siempre es fácil. 


    Las vacaciones pasaron como un suspiro, apenas comenzaron cuando de repente, ¡zum! se acabaron.

    En este regreso de Vacaciones, al vaciar las maletas, sacudamos la arena de la playa, la tierra de la montaña, saquemos la ropa húmeda de la alberca y la ropa sucia, acomodemos los recuerditos que compramos para nuestros conocidos y sacudamos los libros de oración, que usamos todos los días de vacaciones. Y cuando tengamos la maleta vacía, limpia y lista para guardarla nuevamente, alegrémonos el corazón, dándole gracias a Dios por esta bendición de vida que en lo grande y en lo pequeño estamos obligados a reconocer y a bendecir.

    Hagamos en tres minutos una gran oración, primero dando gracias a Dios Padre por todas sus bendiciones; segundo, pidiendo perdón por todo lo que deberíamos haber hecho bien y voluntariamente no hicimos y tercero, pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a manejar, con sabiduría y fortaleza, pero sobre todo con amor a Dios, lo que está por venir al día siguiente. Entonces, la “tristeza” del regreso se transformará de esta manera en una inmensa alabanza a Dios Nuestro Señor, que en cada momento de nuestra vida está al pendiente de lo que realmente necesitamos.

    Ahora en este regreso a la vida diaria, también por favor, queridos amigos de Catholic.net, recuerden pedir en sus oraciones por el bien y la permanencia de este portal, pedir por esta herramienta de Dios, que sigue de pie solamente con la ayuda de nuestros bienhechores. No olviden que los necesitamos para seguir adelante, para seguir llevando la Palabra de Dios a todos los rincones del mundo. Iniciaremos este nuevo ciclo escolar con la ayuda que todos los que regresan con el corazón gozoso, se animarán a hacer un donativo con un simple click aquí

    Haremos una petición especial en nuestra Red de Oración por todos los que regresan de vacaciones, para que su regreso sea una plegaria de agradecimiento a Dios, por todas sus bendiciones recibidas y por el inicio de un nuevo ciclo lleno de amor.

    En ocasiones volver a empezar con la rutina de siempre, no siempre es fácil. Es por eso que debemos tener presente a Dios en nuestras vidas.

    Comparto la preciosísima oración al Sagrado Corazón de Jesús, la parte que dice “¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame al cuidado de todas tus cosas y en todo te irá mejor. Cuando te abandones a Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios...” es realmente tentadora al invitarnos a soltarnos en sus manos y comenzaremos a ver con ojos más optimistas todo, todo lo que Cristo nos permite, nos da, nos regala, independientemente de las dificultades que también Él permite para nuestra purificación y salvación eterna.


    Dios los bendiga.

    Pilar Bacha de Camargo
    Dirección de Recaudación de Donativos
    Catholic.net

    jueves, 4 de agosto de 2011

    Saltar al vacío


    Hay quienes pasan la vida buscando métodos de oración novedosos y de todo tipo pero, en el momento, no hablan con Dios. 


    Cada vez que veía fotos de hombres lanzándose desde un avión, el joven sentía la necesidad interior de estar entre ellos. Quería ser paracaidista.

    -¿Por qué ellos sí y yo no? -se decía.

    Lo primero que hizo fue conseguir un instructivo sobre diversos tipos de paracaídas. Después inició y concluyó un estudio comparativo de aviones modernos. Como se dio cuenta de que ignoraba muchas cosas, decidió estudiar también un master en caída de cuerpos, atracción de masas y fricción. Concluyó su preparación con un año de estudios meteorológicos y movimientos de corrientes de aire. 

    Por fin, cuando se sintió preparado, eligió cuidadosamente el avión. Era un bimotor que aún seguía en uso y tenía buen aspecto.

    Al despegar le dijo al piloto que se dirigiera al punto que, ya antes, le había señalado en el mapa con una regla y un compás. El momento se acercaba y al elevarse el avión, el joven sentía más y más el vértigo entusiasmante de volar.

    Por fin, cuando se encontraban a la altura perfecta se levantó del asiento, abrió la escotilla y sintió el viento helado en la cara. Permaneció allí unos instantes llenando los pulmones con el puro azul del cielo...

    Pero no saltó. 

    Cerró la escotilla y mandó aterrizar. Había olvidado que para saltar hace falta una cosa más. Ser un valiente.

    Conozco a quienes pasan la vida preparándose para orar; buscan métodos de oración novedosos y consejeros de todo tipo pero, llegado el momento, no hablan con Dios. Y es que para hablar con Dios hay que ejercitar la fe y olvidan que para vivir de fe hace falta... ser un valiente; o sea, pedirla.

    miércoles, 3 de agosto de 2011

    Dios como un Don de Calidad


    Solamente Jesucristo, enamorado de ti, puede, de golpe, y sin comparación alguna, hacer que te enamores de Él


    Boletín ¡Ser discípulos! Aprende a defender tu fe
    Tema: Preguntas jóvenes
    Fuente: Libro preguntas jóvenes a la vieja fe. Autor André Manaranche,



    I. Tus Preguntas sobre Dios.


    Dios como un Don de Calidad 

    Queda un punto más a tener en cuenta y clarificar, en la medida de lo posible. Estoy seguro que buscas a Dios, pero, en el fondo, no sabes quién es. Muchas de tus preguntas demuestran que, si bien estás de acuerdo sobre la cantidad de lo divino (un sólo Dios), ignoras casi todo de la calidad de lo divino. Por eso deambulas por las diversas religiones sin conseguir encontrar a Dios. A veces, incluso confundes a Dios y al diablo, o caes en una nueva forma de paganismo. 

    El mercado de lo Religioso 

    Déjame que te recuerde algunas de tus preguntas. 
    «¿Por qué hay tantas religiones en el mundo que se contradice entre si al tiempo que todas dicen ser las mejores? 
    -¿Por qué el Corán dice a sus fieles: «lucharéis en nombre del Profeta hasta que el mundo entero lo reconozca?» 
    -¿Cómo construir un mundo unido si ni siquiera somos capaces de creer en el mismo Dios? 
    -¿Por qué la religión católica es la verdadera y qué pruebas hay de ello? 
    -¿Qué diferencia hay entre los diversos monotelismos?
    No importa la religión en la que se crea, siempre que la religión sea el centro y el amor de nuestra vida!»
    Y estas curiosas confesiones de jóvenes musulmanes: 
    «Nosotros, los marroquíes, no entendemos por qué amáis tanto a Dios. 
    -Aunque no seamos de la misma religión, ¿el Dios cristiano también nos ama a nosotros?»

    Diversas reacciones 

    Ante la multiplicidad de religiones, puedes reaccionar dar diversas maneras. 

    1. En primer lugar, el asombro. ¿Cómo es posible que Dios no sea capaz de darse a conocer claramente? ¿Por qué abandona a los hombres religiosos y los sume en una continua lucha entre sí? Si ya no es nada fácil encontrarle, ¿por qué encima borra las pistas que conducen a Él? ¿Por qué no interviene más a menudo para desenredar la madeja? ¿Por desinterés o por impotencia? ¿Cómo se puede entender un Absoluto que no es evidente y que, además, aparece fragmentado? 

    Es verdad, amigo mío, que Dios no es un detalle insignificante, sino una cuestión fundamental. Pero el Absoluto no salta a la vista como un objeto sobre una mesa, sino que se propone el corazón puro que le busca en la oración y que ajusta su vida a su mensaje. La multiplicidad de religiones muestra, a la vez, que la cuestión de Dios es universal y, al mismo tiempo, difícil, porque el pecado ha emborronado las cartas. Por eso, cada cultura termina por darse la divinidad que se corresponde con sus esquemas y que congenia con sus proyectos. Pero, al final de un lento proceso pedagógico, el mismo Dios intervino en persona y puso fin a los tiempos de la ignorancia (Hechos 17,30-31). Así pues, no puedes acusarle de permanecer pasivo, ya que arriesgó su vida para revelarte su corazón.

    Pero, entonces, ¿por qué subsisten todavía las religiones precristianas? Porque la misión de la Iglesia no se ha terminado todavía. Y es a través de esta misión -a la que también tú estás llamado- como quiere darse a conocer el Amor, vivido en una comunidad de hermanos. ¿Y las confesiones religiosas nacidas después de Cristo? Son rupturas del cristianismo reproducidas a lo largo de la historia por diversas causas. Divisiones que se deben al pecado de los hombres y al riesgo que Dios asumió al venir entre nosotros. Esperemos, de todas formas, que algún día volvamos a la unidad y trabajemos por ella. Así pues, en este sentido, la única religión que plantea algún problema es el Islam, aunque es bien sabido que el Corán está muy relacionado con el cristianismo, puesto que en su redacción participaron algunos monjes heréticos. 

    Más allá de las apariencias, las diferentes religiones se inscriben en el plan divino. Representan tres cosas, sin que ello signifique que son queridas de Dios -un Dios que no puede renegar de sí mismo-: las huellas, a veces deformadas, del Creador en su creación; los restos del camino paciente de una pedagogía divina; y la resonancia de la Encarnación del Dios-con-nosotros en el riesgo de la historia. ¡Deja, pues, la cantinela de la incoherencia y entra en la paciencia de tu Dios! . 

    2. Esto puede dar pie al escepticismo, como el de Charles de Foucauld antes de su conversión. «Nada me parecía bastante probado, decía, a su amigo Henri de Castries. La fe con la que se siguen religiones tan diversas me parecía la condenación de todas». Se trata de una opinión superficial de un cristiano hasta ese momento protegido que, al descubrir la variedad de los fervores religiosos, se desengancha de una fe que creía única en el mundo y se convierte en un mero espectador. En este proceso, Foucauld se mantuvo tremendamente respetuoso y se mostró más decepcionado que sarcástico y con un profundo dolor en su corazón. Durante algún tiempo se sintió atraído por la sencillez del Islam, una religión sin dogma, hasta que descubrió la Trinidad, es decir, el Amor divino, pasando por el Corazón de Jesús. Su prima, María de Bondy, una mujer inteligente y piadosa, le facilitó este encuentro y el padre Henri Huvelin le dio el último empujón: «poneos de rodillas y confesaos: creeréis». 

    3. Para ciertos padres se trata de una reacción de prudencia o de algo parecido. Estos padres conocen de oídas (más que por propia experiencia) la multiplicidad de religiones y, al no estar a gusto en la que por tradición familiar es la suya, el cristianismo, razonan de la siguiente manera: «no bautizo a mi hijo, ni le enseño doctrina alguna; cuando sea mayor ya escogerá por sí mismo; así, no podrá echarnos en cara que hemos atentado contra su libertad». Una falsa justificación:

    Primero, porque estos mismos padres, afortunadamente, no les dan a sus hijos todos sus caprichos. Al contrario, les imponen no sólo una educación y unos estudios, sino también una serie de valores morales, como la honradez y la capacidad de lucha, a veces sin ayudarles a descubrirlos. Les educan en una libertad que no existe como algo dado, ya que tiene que conquistarse con el esfuerzo personal. En definitiva, les comunican lo mejor de sí mismos y lo que es importante para ellos. ¿También Dios les parece importante o, más bien, la cuestión de la divinidad se la plantean como algo accesorio y sin demasiada importancia? ¿Su aparente grandeza de alma no esconde un profundo desprecio? 

    Y, además, el joven no escoge a partir de cero. El que no ha recibido formación alguna es incapaz de decidirse. Un adolescente sin educar no es libre; al contrario, está abocado a la delincuencia. Y algún día se lo reprochará duramente a sus padres. No hay, pues, una educación neutra. Lo que a veces se califica de «libertad» no es más que la peor de las negligencias. 

    Ahora puedo responder a tu pregunta. «¿Obligaría a un hijo suyo a creer en Dios y a ir a misa?». Le propondría mi fe con palabras y obras. Y le pediría que fuese a misa hasta que fuese capaz de asumir sus propias responsabilidades, sin confundirlas con sus caprichos 

    4. Para muchos jóvenes, las religiones constituyen una especie de zoco de lo religioso que se recorre para echar un vistazo. Ojean algunos libros sagrados, pero sin comprometerse, y la mayoría de las veces pasan a engrosar los estantes de una colección de cosas raras. Un poco del Corán, otro poco de la Biblia y unos gramos de Bhagavad Gita, como se hace en una confitería, ante los bombones: ¡póngame cien gramos de cada tipo. Esto no es creer, sino considerarse inteligente y cultivado y mirar todas las creencias por encima del hombro, como un experto. Pero ¿se ha encontrado con alguien? En el Evangelio, Jesús no dice al joven rico: «aquí tienes un librito en el que están resumidas todas las religiones; consúltalo tranquilamente y decídete si quieres.» Por el contrario, mirándole con cariño a los ojos, le dice: «¡sígueme!». Creer no es coleccionar cosas, sino seguir a alguien. 

    Creer es enamorarse después de haber recibido su amor. Quizá lo entiendas mejor comparando la fe con el matrimonio. Para buscar una mejor esposa, no te haces presentar todas las chicas casaderas del mundo. Sería muy cansado..., y no creo que la consiguieras así. ¡No confundas el «salir con amigas» con una feria de animales! el tratante de ganado no se enamora de la vaca que compra. Lo único que quiere es conseguir una buena vaca lechera. Para no equivocarse, realiza una serie de exámenes y verificaciones. Después compra la vaca, que puede revender cuando quiera. 

    Para ti, las cosas son completamente distintas. «La mirada de amor, dijo un teólogo luterano alemán, no existe hasta que no se ve al ser querido y se enciende aliado de la persona amada. Nace en el momento en que la vista se posa sobre la persona amada. El tú amado se diferencia de los demás por sí mismo y no a partir de la comparación con todas las demás chicas del país.» Lo mismo ocurre con la fe cristiana: nace del encuentro con el mismo Jesucristo, de un cruce de miradas, y no de una confrontación comercial entre el producto Jesucristo y los demás productos del mismo tipo... No lo olvides nunca, amigo mío. La mirada que paseas por el zoco de lo religioso no es una mirada religiosa, sino más bien curiosa. Por muy sublimes que sean las cosas, no son personas ni pueden guiñar un ojo. Solamente Jesucristo, enamorado de ti, puede, de golpe, y sin comparación alguna, hacer que te enamores de Él, y así detener tu turismo religioso. Sin que ello te impida enriquecer tu cultura, pero sin convertir en seducción la documentación religiosa. Lo mismo que un hombre casado no duda en conocer a otras mujeres porque está seguro de que, para él, la suya es única e incomparable. 

    5. En la mayoría de la gente funciona una especie de pereza que concluye: «en el fondo, todo es lo mismo; que cada uno escoja lo que le venga en gana y que deje en paz a los demás; y, sobre todo, nada de evangelizar a los demás, porque eso sería caer en la intolerancia.» Expresiones como éstas tienen la virtud de hacerme saltar inmediatamente. 

    Que en todas partes haya valores, y valores comunes, concedido. Es más: no tengo dificultad alguna en reconocerlo, y me alegro de ello. Que Dios juzgue a los creyentes (y también a las no creyentes) de acuerdo con la rectitud de su conciencia, tampoco me ofrece problemas. El Vaticano II nos lo ha recordado. Que el hombre sincero, cuando dice «Dios» en su religión, puede alcanzar al verdadero Dios revelado en Jesucristo, de acuerdo. 

    Pero que su Dios sea «objetivamente» el mismo al que yo adoro, de ninguna manera. El no creyente puede alcanzar al mismo Dios, pero sin que sea el mismo Dios. Y eso es algo que no me saco de la manga. Su mismo Libro sagrado, el Corán, lo afirma al negar la Trinidad, la Encarnación y la Redención. Para Mahoma, Alá es único en el sentido más absoluto del término; Jesús no es más que un profeta (y no de los más importantes), y no murió en la cruz, sino que crucificaron a otro en su lugar. Como ves, estamos muy lejos de la revelación cristiana. Por eso, en el Islam no está bien llamar a Dios amor, Padre o Esposo. Pero, si es recto y sincero, el musulmán es capaz de comunicarse en su corazón, a través de la oración, con el Dios al que niega su cerebro. Y lo mismo ocurre con el ateo, a pesar de que rechaza cualquier tipo de oración. Pero eso no quiere decir que la subjetividad suprima la objetividad, o que la sinceridad pueda reemplazar a la verdad. 

    En menor medida todavía, me atrevería a señalar -como hacen algunos misioneros, desgraciadamente- que todas las religiones son queridas por Dios como auténticos medios de salvación, al mismo nivel que la fe cristiana. Otros manifiestan que la palabra de Dios es una multinacional con sucursales o una gran empresa que proporciona trabajo a otras. Es absurdo pensar que todo da lo mismo. Precisamente para eso 

    La misión consiste en anunciar el Evangelio, y no «otro Evangelio» (Gálatas 1,67), porque no pueden existir dos evangelios contradictorios. La misión no consiste en hacer amigos, sino discípulos de Cristo. La tarea misionera no consiste en hacer a un musulmán un mejor musulmán. 

    6. La multiplicidad de confesiones diferentes no tiene por qué engendrar miedo ante la posibilidad de una guerra religiosa. En lo que a los católicos se refiere, el Evangelio no nos pide desollar infieles, y el Apocalipsis tampoco. Y si bien es verdad que las naciones cristianas no siempre han vivido este ideal, también lo es que el Islam enseña la guerra santa. Sin embargo, Juan Pablo II no se desanima por eso y tuvo la audacia de reunir, por vez primera en la historia, en Asís a los responsables de todas las grandes religiones del mundo. Su intención no fue mezclarlas, sino hacerlas rezar en el mismo lugar, todos juntos y separadamente, en pro de la paz. ¡Una magnífica iniciativa! Habrá que continuar en esta línea, porque una golondrina no hace verano. 

    Clarificaciones necesarias 

    Dicho esto, amigo mío, no metas todo en el mismo saco y reflexiona un poco. Tan falso es sostener que para ser cristiano es necesario haber recorrido con antelación todas las religiones para poder escoger (como si Cristo fuese una mercancía y el creyente un avispado consumidor de lo religioso), como negarse a conocer las diversas religiones del mundo, aunque sólo sea para no mezclarlas. 

    Distingue bien, en primer lugar, las grandes confesiones cristianas (ortodoxos, anglicanos, luteranos y calvinistas), separadas del catolicismo, pero que permanecen mucho más cercanas a la Iglesia que otras comunidades que se fueron separando ulteriormente unas de otras, perdiendo algo de sustancia en cada una de las escisiones. Por otra parte, las grandes confesiones cristianas son bastante diferentes entre sí. Por ejemplo, el calvinismo se encuentra bastante lejos de la Iglesia ortodoxa. Los que tú llamas «protestantes» cobijan, asimismo, en su seno una serie de sectas que ya no tienen nada de cristiano, aunque hablen de Jesús, porque han repudiado la Trinidad, la Encarnación y la Redención. Lo suelo constatar a menudo en África, donde trabajan adventistas, testigos de Jehová y otros grupos que se hacen pasar por reformados sin serlo, ya que han sobrepasado con creces la frontera más allá de la cual se vacía al Evangelio de contenido. 

    Fuera del cristianismo, coloca en un lugar especial el judaísmo, ese olivo mutilado sobre el que nos hemos injertado, dice San Pablo (Romanos 11,16-24). Aunque se haya constituido en «religión» autónoma, distanciándose de nosotros hacia el año 90 (Juan 9-22) y separando sus Escrituras de las nuestras, seguimos estando vitalmente unidos. Honramos al mismo Dios, proclamamos el mismo monoteísmo, el de un Señor que es uno, no sólo cuantitativamente, sino también cualitativamente. Si quieres, nuestro monoteísmo no es aritmético, sino amoroso. Es un monoteísmo monógamo: un sólo Dios y un sólo Esposo. No hables, pues, de los tres grandes monoteísmos, expresión absolutamente falsa. No hay más que dos grandes monoteísmos: el judeo-cristiano y el islámico. Esta es la razón por la que los cristianos honramos al Antiguo Testamento. ¡Me contentaría con que muchos católicos adorasen al Dios de los profetas, en vez de hacerlo con el Dios Relojero de Voltaire! Cuando Jesús y Pablo utilizan y citan «las Escrituras», lo hacen a través de los rollos de Israel, los únicos existentes, y que anuncian ya el misterio de la Pascua (Lucas 24,27). No seas, pues, un antisemita furibundo, porque con esa actitud ofenderás a Jesús ya María, y pronto te convertirás en un pagano. 

    En cuanto a las demás religiones, también es necesario distinguirlas. Hay religiones que adoran aun Dios o a varios Dioses. Existen sabidurías que buscan, sobre todo, una actitud espiritual o una forma de vivir (frente al deseo y al sufrimiento que éste engendra). Hay confesiones con los contornos bien definidos y místicas indefinidas. Hay revelaciones (verdaderas o supuestas) que se presentan como tales, y paganismos que no pretenden haber recibido mensaje alguno del cielo. Hay revelaciones consignadas en un Libro, como es el caso del Islam, del Judaísmo y del Cristianismo. Es decir, hay religiones del Libro y religiones con libro. Y, por último, hay religiones misioneras que se exportan y paganismos locales, ligados a una cultura, una etnia o una tierra. 

    Discúlpame por ser tan esquemático. Mi intención es ofrecerte una mera clasificación. De todas formas, a mi juicio, la diferencia fundamental estriba en que las religiones no bíblicas tienen algo en común: parten del mundo. Se parecen mucho entre sí, porque, para todas ellas, es el hombre el que busca a Dios. Mientras, en las Escrituras, es Dios el que desde el primer instante busca al hombre. «Adán, ¿donde estás?», dice Yahvé en el Génesis. Dios ama primero (1 Juan 4,19). Esto es algo absolutamente original y pone fin a tantas búsquedas a ciegas ya los tiempos de la ignorancia (Hecho-r 17,27-30) que han caracterizado y caracterizan a muchos itinerarios religiosos. La verdadera fe no brota de una búsqueda policial de Dios a partir de un retrato robot. No es un objeto lo que se encuentra, sino que, en la fe, me descubro encontrado y amado por alguien que ha tomado la iniciativa. Di a tus amigos que presten atención a cualquier cosa rara, que, si´ Dios es digno de su nombre y de su reputación, no va a jugar al escondite ni a hacerse de rogar. Si es tan bueno como lo suponemos y deseamos, ha debido dar los primeros pasos, mostrándonos a su propio Hijo en la historia. Diles que el esoterismo es lo contrario de la religión del Amor; un Amor que se ofrece libremente a todos los hombres. 

    Así pues, amigo mío, es hora de que pulses la tecla adecuada. Después del último concilio no puedes despreciar las otras religiones, ni siquiera ignorarlas; pero tampoco tienes por qué avergonzarte de la tuya. Entre el triunfalismo y la depresión nerviosa, hay sitio para el orgullo cristiano, que es la Cruz de Jesús (Gálatas 6,14). No pienses, ni por un instante, que Dios haría mejor en no revelarse a nadie, para no dar celos a los demás. No pienses que el Evangelio es algo que te complica la vida. No sostengas que el ecumenismo prohíbe las conversiones o suprime la libertad de conciencia. En efecto, algunos católicos han criticado sin piedad la entrada del hermano Max Thurian (monje protestante de Taizé)en nuestra iglesia así como su ordenación sacerdotal. ¿Por qué razón? ¿Habrían tenido la misma reacción sin un monje católico se hubiese pasado al protestantismo? En cambio el hermano Roger tuvo la delicadeza y la lealtad de seguir cobijando a Max en su comunidad. Escapa, pues, a toda prisa de la mala conciencia y de esos complejos ridículos. Tú que admiras a los creyentes convencidos, no vayas a avergonzarte de sus propias convicciones.