F 1/1/11 - 1/2/11 ~ Ministerio de Música Romanos 8.35

La luz del Santo nos cubrió y nos saco de las tinieblas.

sábado, 29 de enero de 2011

Mi hermosa Niña de Galilea


Dame las palabras para que pueda mostrar a mis hermanos lo buena y suave que eres conmigo. 


María, así de simple. Es la forma de dirigirme y conversar con mi Madre del Cielo, llamándola simplemente María. Sé que mucha gente no la conoce, o tiene una imagen lejana de Ella, quizás demasiado formal, demasiado protocolar. ¿Cómo puede ser nuestra Mamá protocolar al presentarse a nosotros? No, Ella es sencilla, mi pequeña Niña de Galilea, así es para mí. Pero es también lógico que cada uno la vea del modo que su propio corazón indica, con la mirada del alma que todo lo convierte en la expresión del Espíritu Divino, si es que nosotros nos dejamos iluminar por dentro.

Por un instante, déjenme narrarles cómo es que mi corazón ve a la Madrecita del Verbo Divino. De un modo muy particular, la veo de unos quince o dieciséis años, que es la edad en la que Ella se convirtió en Madre Divina, dándonos a Aquel que todo lo puede por amor. A tan temprana edad, mi María se presenta ante mi corazón como una hermosa Mujer, delicada en su mirar, en su caminar. Destaca su delicado cuello, largo y estilizado para dar cabida al más hermoso rostro que Dios jamás cinceló en criatura alguna. Ella es perfecta, no existe ni existirá mujer más hermosa que María, porque Dios la modeló en un acto sublime de Su Potencia Creadora. Y su belleza sólo es superada por su pureza, su inocencia y su férrea voluntad de no desagradar al Padre que tanto ama.

Cuando veo las imágenes de las distintas presentaciones de María a lo largo de los siglos, me quedo con la convicción de que el hombre no ha podido ni podrá modelar jamás la belleza de María ni siquiera en un modo aproximado. Mi alma se esfuerza en descubrir la visión verdadera con que mi joven Reina se presentó como la Medalla Milagrosa, por ejemplo. Santa Catalina de Labouré sin dudas describió del modo más aproximado posible la celestial visión que se presentó ante ella, pero no pudo hacer que el artista cincele en la Medalla Milagrosa el verdadero rostro de la Reina de los ángeles. Esa sonrisa, esas manos siempre en posición de oración, esos ojos iluminados por la Fuente de todo el Amor.

María, joven y sonriente, fulgurante estrella de la mañana. Se presenta en mi corazón como una Rosa que se abre derramando su fragancia y frescura, haciendo de mi un ovillo de hilo que se recoge sobre sí mismo, se envuelve pliegue sobre pliegue hasta quedar extasiado mirándola sonreír, llamándome, invitándome a acompañarla en este viaje. Ella nunca se presenta en vano en nuestro corazón, como una madre nunca se acerca a sus hijos sin un profundo deseo de cuidarlos y amarlos. 

María, hermosa Niña de Galilea, perfecto fruto de la Creación en cuerpo y alma. Sólo Ella pudo tener la Altísima Gracia de ser Madre del mismo Dios. El, ante el que el universo mismo se doblega, se hizo pequeñito y vivió nueve meses oculto dentro de ésta hermosa Joven Palestina. El, instante tras instante, fue tomando de su sangre todo aquello que necesitó para formar Su naturaleza humana, Su humanidad. Así, Ella es nuestra Niña de la Alta Gracia, porque ninguna Gracia puede ser tan elevada como la Maternidad Divina. 

Enamorarse de María es enamorarse de su Divina Maternidad, de su Inmaculado Corazón, y de su infinita belleza humana también. La siento tan cercana, tan vivamente presente en mi vida, que no puedo más que dirigirme a Ella como María, mi María. Ella es compasiva y paciente ante mis demoras en acudir a su mirada, Madre de la Misericordia. Juntos conversamos, compartimos mis pequeñas aventuras humanas, mis decepciones y dolores, mis esperanzas y sueños. Y María, con esa hermosa sonrisa que se funde en mis pupilas, me mira y me invita a levantar los ojos al Cielo con las manos unidas sobre mi pecho. Madre de la oración, Bella Dama del clamor y la plegaria, Omnipotencia Suplicante, Ella nos enseña a ver a través de los Ojos de Aquel que todo lo puede. 

Mi María, hermosa y joven Niña de Galilea, que enamoraste mi corazón porque sabías que era el modo de abrir la puerta al soplo del Amor Verdadero. Me siento tan feliz y orgulloso de ser tu hijo, y al mismo tiempo tan indigno de serlo, que no puedo más que pedirte me ayudes a seguirte en tus deseos, que no son otros que los deseos de Tu Hijo. Dame las palabras para que pueda mostrar a mis hermanos lo hermosa y pura que eres, y lo buena y suave que eres conmigo. Dales la luz que les permita enamorarse de ti como lo has hecho conmigo. Que puedan descubrirte como la más hermosa y pura Mujer que jamás existió, Inmaculada en cuerpo y alma, llena del Espíritu Santo, plena de humildad y fortaleza, escudo que protege y consejo que ilumina. Mi hermosa María, luz de mi vida.

¿Qué es la Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte?


a Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte ofrece orientación a los que les corresponde tomar decisiones con respecto al cuidado y al tratamiento al final de la vida, es un testamento vital católico 



La Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte: testamento vital es una directriz anticipada de asistencia médica para los católicos de la Florida y está aprobada por los Obispos de la Florida. Esta directriz está de acuerdo con la ley de la Florida y con la enseñanza de la Iglesia.

¿Qué es una “directriz anticipada”?

Una directriz anticipada de asistencia médica es una delcaración escrita u oral y atestiguada,hecha antes de que ocurra una enfermedad o un daño grave para tratar situaciones médicas que pueden surgir cuando una persona queda incapacitada para tomar sus propias decisiones.Ejecutar una directriz anticipada es una buena práctica de administración del don de la vida.

Hay dos formas de directrices anticipadas: la designación de un sustituto/a de asistencia médica, la cual autoriza a una persona a tomar decisiones por el /la paciente incapacitado/a, y el testamento vital, el cual da instrucciones a médicos y proveedores de cuidado en relación con la asistencia médica y el tratamiento al final de la vida. La Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte une ambos modelos en una directriz.

Designación del Sustituto/a de Asistencia Médica

Todo adulto, de 18 años de edad o más, debe escoger por lo menos un sustituto/a (y un alterno) y designar esta selección por escrito. Una crisis de salud inesperada con frecuencia envuelve opciones complejas de tratamiento, y teniendo un sustituto/a que esté preparado/a y autorizado/a para tomar decisiones por el paciente ayuda a asegurar que los deseos del paciente sean respetados.

El sustituto/a de asistencia médica debe ser escogido cuidadosamente como alguien que represente los deseos del paciente en relación al cuidado médico y al tratamiento o que actúe de acuerdo con el mejor interés del paciente si esos deseos no son conocidos.

La sección del “Testamento Vital” de la Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte: testamento vital le ofrece al sustituto o a la sustituta un marco básico para entender los deseos del paciente en relación al cuidado o al tratamiento al final de la vida. Discutir las metas, las esperanzas, las opciones y las preocupaciones con el sustituto o la sustituta que uno escoja y con la familia, les ofrecerá una información útil y servirá de consuelo a todos cuando en el futuro se tomen decisiones en nombre del o de la paciente.

Testamento Vital

Un testamento especifica los deseos de una persona si se vuelve incapaz de expresar esos deseos en el momento en que se necesite tomar decisiones con respecto a asistencia médica al final de la vida. Hay muchas formas de testamentos vitales disponibles, algunos de los cuales están de acuerdo con con la enseñanza católica.

¿Y qué si no hay un/a sustituto/a disponible o si ninguno/a ha sido designado/a?

Una sección de la Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte ofrece orientación a los que les corresponde tomar decisiones con respecto al cuidado y al tratamiento al final de la vida aún
cuando un sustituto o una sustituta no esté disponible o no haya sido designado/a.

Adiciones a la Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte 

En la Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte se ha dejado espacio para añadir instrucciones personales. Se debe actuar con cautela y tener cuidado al hacer adiciones, ya que ciertas instrucciones puestas por escrito podrían ser problemáticas en algunas circunstancias imprevistas.

Por ejemplo, un tratamiento que puede ser indeseable a largo plazo, podría salvar la vida y restaurar la salud si se usa por un corto plazo. Los siguientes son ejemplos de instrucciones adicionales apropiadas:

- Los donantes de órganos pueden desear añadir: “Yo, por la presente, dono cualquier órgano (o tejido) que se necesite como un regalo anatómico, si el criterio médico lo aprueba a la hora de mi muerte.”

- Una mujer que esté en edad fértil debe añadir: “Si estoy embarazada, tomen todas las precauciones razonables para preservar la vida de mi hijo/a por nacer.”

Circunstancias que Requieren Atención Especial

Consultar con la familia, los médicos, clérigos bien informados, y trabajadores pastorales de asistencia médica es especialmente beneficioso para quien tiene que tomar decisiones difíciles. Uno no tiene que tomar estas decisiones sin el apoyo, el consejo y la orientación de otras personas.

Cosas que Hacer:

• Completar la Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte: testamento vital y hacer que testigos den fe de la misma.
• Discutir sus deseos sobre decisiones acerca de la asistencia médica con miembros de la familia y sustitutos/as ahora, mientras están capacitados/as.
• Escoger proveedores de asistencia médica que estén familiarizados con sus valores y los respeten.
• Después de ejecutar una directriz anticipada, y después de discutir las cuestiones con su familia y con el sustituto o sustituta, proveer copias a su sustituto/a (y alterno/a), a la familia, al abogado, a los médicos, y al hospital u hogar de ancianos (cada vez que ingresen).
• Redactar un documento separado con la información importante para usted. Puede incluir una lista de personas que deben ser notificadas si usted está enfermo/a o moribundo/a,
oraciones especiales de su agrado, una solicitud o concesión de perdón, una expresión de agradecimiento, los planes para su funeral, e información para el obituario. Háblele a su
sustituto/a acerca de este documento y guárdelo con su Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte.

Cosas que Recordar 

• La mejor manera de asegurarse de que los deseos son conocidos y cumplidos es designar y preparar su propio sustituto/a antes de que surja una emergencia médica.

• Los equipos de hospicio están especialmente entrenados para cuidar a personas con una enfermedad terminal. Pregúntenle a su proveedor de asistencia médica si el hospicio es
apropiado para usted o para su ser querido.

• Si una persona completa más de una directriz anticipada, la más reciente está en efecto; las otras no son válidas.

• Una directriz avanzada puede ser actualizada en cualquier momento por una persona competente, siempre y cuando el cambio sea propiamente atestiguado. Es mejor hacer tales
cambios por escrito.

• Nunca se debe solicitar o demandar ayuda para suicidarse, para practicar la eutanasia o una muerte misericordiosa. Esto no es solamente malo para la persona que firme el documento,
sino que es también seriamente injusto para los médicos, la familia y el personal médico a quienes tales demandas inmorales son hechas.

• El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los moribundos deben ser dados la atención y el cuidado necesarios para ayudarlos a vivir sus últimos momentos con dignidad y paz. Han de ser ayudados con la oración de sus familiares, quienes tienen que ver que el enfermo/la enferma reciba en el momento apropiado los Sacramentos que lo/a ayude a encontrarse con el Dios vivo (CIC #2299).

Lo que sigue son pasajes tomados de documentos de la enseñanza de la Iglesia:

Esperanza de vida eterna a través de la muerte 

La redención y la gracia salvadora de Cristo abrazan a la persona en su totalidad, especialmente en su enfermedad, en su sufrimiento y en su muerte. El ministerio católico de asistencia de salud confronta la realidad de la muerte con la confianza de la fe. Ante la muerte - para muchos, un momento en el que la esperanza parece perdida - la Iglesia da testimonio de su creencia que Dios ha creado a cada persona para la vida eterna.
-- Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos
Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Católicos de Asistencia de Salud, Nov. 2009, Parte 5.

Cuidar cuando no podemos curar 

La tarea de la medicina es cuidar aún cuando no podamos curar. Los médicos y sus pacientes tienen que evaluar el uso de la tecnología a su disposición. Es indispensable reflexionar sobre la dignidad innata de la vida humana en todas sus dimensiones y sobre el propósito de la asistencia médica para formular un verdadero juicio moral sobre el uso de la tecnología para mantener la vida.
El uso de tecnología para mantener la vida es juzgado a la luz del significado cristiano de la vida, del sufrimiento, y de la muerte.
-- Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos
Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Católicos de Asistencia de Salud, Nov. 2009, Parte 5.

Considerando los beneficios y las responsabilidades 

Una persona tiene la obligación moral de usar medios corrientes o proporcionados para preservar su vida. Medios proporcionados son aquéllos que a juicio del paciente ofrecen una esperanza razonable de beneficio y no implican una carga excesiva ni le imponen gastos excesivos a la familia o a la
comunidad.
Una persona puede renunciar a medios extraordinarios o desproporcionados para preservar la vida. Medios desproporcionados son aquéllos que a juicio del paciente no ofrecen una esperanza razonable de beneficio o implican una carga excesiva, o le imponen gastos excesivos a la familia o a
la comunidad.
-- Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos
Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Católicos de Asistencia de Salud, Nov. 2009, #56 & 57.

Aliviando el dolor

Los pacientes deben ser mantenidos tan libres de dolor como sea posible para que puedan morir cómodamente y con dignidad, y en el lugar en el que desean morir. En vista de que una persona tiene el derecho de prepararse para su muerte mientras esté en pleno uso de sus facultades mentales, no debe ser privada de estar consciente sin una razón convincente. Medicinas capaces de aliviar o suprimir el dolor le pueden ser dadas a una persona moribunda, aún si esta terapia puede acortar su vida indirectamente, siempre que la intención no sea apresurar la muerte. Los pacientes que experimentan un sufrimiento que no puede ser aliviado deben ser ayudados a apreciar el entendimiento cristiano del sufrimiento redentor.

-- Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos
Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Católicos de Asistencia Médica, Nov. 2009, #56 & 57.

Sufrimiento humano 

Es la fe en Cristo la que ilumina a los cristianos con respecto a la enfermedad y a la condición de las personas de edad, como en todo otro evento y fase de la existencia. Jesús, muriendo en la cruz, le dio al sufrimiento humano un valor y un significado trascendente. Enfrentados con el sufrimiento y la enfermedad, los creyentes son invitados a permanecer calmados porque nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Cristo.
--Papa Benedicto XVI
Discurso al Concilio Pontificio sobre la Asistencia Médica, Noviembre 17, 2007

Sobre cuestiones de nutrición y e hidratación 

En principio existe la obligación de proveer a los pacientes con alimentos y agua, incluyendo nutrición e hidratación asistida médicamente para aquellas personas que no pueden tomar alimentos por la vía oral. Esta obligación se extiende a los pacientes en condiciones críticas y supuestamente irreversibles (por ejemplo, el “estado vegetativo permanente”) quienes se puede esperar razonablemente que vivan indefinidamente si se les da tal cuidado. La nutrición y la hidratación asistida médicamente se vuelven moralmente opcionales cuando no se puede esperar razonablemente que prolonguen la vida, o cuando serían “excesivamente onerosas para el paciente o causarían una molestia física significativa como resultado de complicaciones en el uso de los medios empleados”. Por ejemplo, a medida que un paciente se acerca a la muerte inevitable a consecuencia de una condición subyacente progresiva y fatal, ciertas medidas para proveer nutrición e hidratación pueden volverse excesivamente onerosas y por lo tanto no obligatorias a la luz de su misma habilidad limitada para prolongar la vida o proveer consuelo.
--Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios de Asistencia Médica, Nov. 2009, #58.

Administradores fieles de nuestra vida 

La verdad que la vida es un precioso don de Dios tiene profundas implicaciones para la cuestión de la administración de la vida humana. No somos los dueños de nuestra vida y de aquí que no tengamos un poder absoluto sobre la vida. Tenemos el deber de preservar nuestra vida y de usarla para la gloria de Dios; mas el deber de preservar la vida no es absoluto, ya que podemos rechazar los procedimientos para prolongar la vida que no son suficientemente beneficiosos o que son excesivamente onerosos. El suicidio y la eutanasia nunca son opciones moralmente aceptables.
--Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos Directrices Eticas y Religiosas para los Servicios Católicos de Asistencia Médica, Nov. 2009, Parte 5.

Eutanasia y suicidio asistido

Más y más personas ancianas solitarias existen en ciudades grandes, aún en situaciones de enfermedades graves y cercanas a la muerte. En tales situaciones, se siente la presión de la eutanasia, especialmente cuando una visión utilitaria de las personas aparece sigilosamente. En este sentido, aprovecho la oportunidad para reafirmar una vez más la firme y constante condena ética de toda forma de eutanasia directa, de acuerdo con la enseñanza centenaria de la Iglesia.
--Papa Benedicto XVI Discurso a la Academia Pontificia para el Congreso de la Vida, Febrero 25, 2008.

Si deseas descargar la Declaración Católica sobre la Vida y la Muerte: testamento vital 

Florida Catholic Conference 201 West Park Avenue Tallahassee, Florida 32301-7715

La muerte, maestra de vida II


La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se pisotean. ¿Qué es para ti la vida y el tiempo? 




Nos vamos a fijar ahora en los efectos que produce la muerte. Recordemos serenamente, fríamente lo que hace con nosotros la muerte.

En primer lugar, la muerte te separa de todo, es un adiós a los honores, a la familia, a los amigos, amigas, a las riquezas, es un adiós a todo. Por eso, si un día tengo que separarme a la fuerza de todo, es absurdo apegarme desordenadamente a tantas cosas. Cuanto más apegado estés, más doloroso será el desgarrón. El ideal es vivir tan desprendido que, cuando llegue la muerte, tenga poco que hacer.

Pero lo más importante es que la muerte determina lo que será mi eternidad. Como el fotógrafo fija un momento concreto en una placa, así la muerte fija las posiciones del alma, y del lado que cayeres, izquierdo o derecho, así permanecerás toda la eternidad. Ya no se podrá cambiar nada.
Aunque hubiera una sola posibilidad entre cien de morir mal, habría que tener mucho cuidado. 

Tratándose del asunto más importante de mi existencia, no puedo andar con probabilidades, sino con certezas. La máximas seguridades son pocas. Ninguno de nosotros está confirmado en gracia, ninguno de nosotros puede afirmar que no se perderá eternamente, ningún santo estuvo seguro de ello durante su vida. Mi situación a la hora de morir quedará eternamente fija, no podrá ya cambiar: me salvé, no me salvé. Será para siempre.

La muerte, en tercer lugar, cierra el tiempo de hacer méritos. Después que el árbitro toca para finalizar el encuentro de fútbol, no valen las jugadas ni los goles, se ganó o se perdió. Lo que señala el marcador es lo que queda. Si a la hora de mi muerte he ganado pocos méritos, con esos pocos méritos me quedaré para la eternidad. Quedará solo el lamentarse por no haber aprovechado mejor la vida, la única vida que tenía. 

Tú te preparas para un examen, te arreglas para una fiesta. Para el momento del cual depende toda tu eternidad...¿te preparas? ¿Estás preparado en este momento? ¿Estás preparado siempre, o, al menos, casi siempre? ¿Podría morirme tranquilamente este día? Si no, ¿por qué? ¿Me siento preparado para dar ese paso? es decir, ¿he llenado mí vida hasta este momento?

Conviene no dejar pasar un solo día sin llenarlo de algo grande y bueno, de méritos, porque, de la misma manera que se me han ido de la mano tantos días vacíos o casi vacíos, se me irán en lo sucesivo, si es que no pongo un remedio eficaz.

Pero, “hay tiempo todavía, no hay por qué preocuparse ahora”. Eso parecería lógico, el no preocuparse, si se supiera el día y la hora. Pero no lo sabes. ¿Quién te asegura que no anda lejos.?

“Ya me prepararé cuando llegue la hora...” Creo que esto es absurdo, porque hay muertes fulminantes, imprevistas, como la de los accidentes, las repentinas, etc. Hay muchas muertes en que el interesado ni se da cuenta. Y, aunque me quedase mucha vida por delante, y conociese el día de mí muerte, sería imperdonable y estúpido vivir de cualquier manera, porque sería echar a perder esa vida. ¿Qué caso tiene echar a perder toda la vida, menos los últimos días o momentos? ¿La vida es para eso? 

Tenemos una eternidad para descansar y una vida bien breve para trabajar y hacer méritos. Anticipar las vacaciones no es bueno, porque salimos perdiendo. Si la muerte cierra el tiempo de merecer, entonces, mientras tenemos tiempo por delante, habrá que aprovecharlo y no dejarlo ir de las manos. ¡Qué poco apreciamos la vida!. Nos damos cuenta verdaderamente de lo que vale la vida en una enfermedad.

Dicen muchos que el tiempo es dinero. Que se queden con el dinero. Que es placer. Que aprovechen. Para otros el tiempo es Reino de Dios, es cielo, es eternidad feliz... ¿Qué escoges tú? ¿Qué es para ti la vida y el tiempo?



La vida, de la que tanto se habla, es uno de los dones que más se pisotean. Al ver cómo viven muchos hombres, uno debe creer que odian la vida y prefieren la muerte.

A Tu imagen nos creaste, Señor.


¿Qué tanto me parezco a Ti? Porque he sido creada a tu imagen. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo mismo.



Hoy Señor, no estás oculto tras la puerta del Sagrario, no, estás expuesto en el Altar en una hermosa Custodia. Ahí te ha puesto el sacerdote para que nuestros ojos te vean y te adoremos. 

El alma se arrodilla ante ti, ¡Oh, Señor de la Historia, Rey de reyes, Dios de misericordia!

Y llega la pregunta: - “¿Qué tanto conozco yo a este Cristo, a este Jesús, que está oculto en esa Sagrada Hostia? ¿Eres para mí algo lejano, algo distante, eres alguien a quien tengo que tratar de usted? O, ¿eres mi amigo y tengo contigo una relación cordial y amorosa? ¿Eres algo así como mi padre, mi madre, mi hermano, mi mejor amigo? ¿Qué respuesta puedo darte, Señor?

Solo sé que te amo. Porque he sido creada a tu imagen. A imagen de Dios. Y siendo imagen tuya, sé que cuando llegue la hora de presentarme ante Ti, me abrazarás y me pondrás a tu lado. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo misma y empezar a juzgar a los demás como juzgas tú, como amas tu a todo los seres, como haces tú con esta enfermedad, con esta soledad, con esta ancianidad, con esta juventud, con este matrimonio, con estos hijos, con estos nietos, con este trabajo duro y cansado, o con esta falta de él. Y como haces tú con mi miedo, con mi angustia. Y sentir como tú sientes, para perdonar o para pedir perdón. 

¿Qué tanto me parezco a ti, Señor? 

Tú lo hiciste todo por amor. Esa es tu gran enseñanza, esa es tu gran verdad. Pero los actos de amor no son siempre para ratos bonitos, a veces es algo que duele, que cuesta, porque no está en las palabras sino en los actos y a veces esos actos son de sacrificio, de renuncia, de aceptación, de tolerancia, de entrega: eso es amor. 

¿Y cómo lograremos todo esto? ORANDO. Orar es tener un trato personal con Dios. No solo rezar cuando hay dificultades. Y tampoco la oración se concreta, como ahora, que estoy en la Capilla y Tú estás expuesto para ser adorado y que brote ante Ti, una oración. No, todo nuestro día puede convertirse en oración, en rezo, si te involucro en todo mi diario vivir, los buenos ratos, los malos, los alegres, los tristes... el día completo, con sus horas y minutos, el descanso de la noche y el amanecer del nuevo día... todo eso es orar. 

Unido a esa forma de vivir puedo poco a poco irme pareciendo a Ti, Señor. Tu ayuda y apoyo será mi mayor fuerza para dar testimonio de QUE A TU IMAGEN NOS CREASTE, SEÑOR. 

jueves, 27 de enero de 2011

¿Ése... soy realmente yo?


¿Ése... soy realmente yo? El Papa nos cuestiona acerca de nuestro perfil en Facebook
Evangelizar por Internet no es forzosamente hablar de Dios, sino demostrar nuestro estilo cristiano de vivir en todo lo que publicamos en la Red




Queridos amigos y visitantes de Catholic.net:

Me llamó mucho la atención, al leer ayer el mensaje del Papa para la 45 Jornada de las Comunicaciones Sociales, que esta vez el Santo Padre no se ha dirigido de manera exclusiva a periodistas, locutores, escritores y artistas, como ha sido siempre en estas jornadas, sino que nos ha hablado a todos los cristianos, tratándonos a todos como “comunicadores”.

Me asombró, también, el profundo conocimiento que demuestra el Papa, como si lo viviera cada día, acerca del atractivo de las Redes sociales, de la comunicación con amistades virtuales, de la coherencia de nuestro ser y actuar con el perfil público que mostramos en la red, de la tentación que se pueden presentar de tener una vida paralela en un mundo inexistente.

Me encantaría comentar cada uno de los párrafos de la carta, pero será mucho más interesante para ustedes leerla directamente, porque así podrán disfrutar de la riqueza y sencillez del lenguaje de Benedicto XVI.

Para los que les gustan los resúmenes, destacaré solamente las ideas principales que trata el Papa en su mensaje:


  • 1. El cambio cultural generado por Internet es equiparable al ocasionado por la Revolución Industrial. La extraordinaria potencialidad de sus aplicaciones debe ponerse al servicio del bien de la persona humana.



  • 2. La coherencia que debemos mostrar, como católicos, entre nuestro ser real y nuestro “perfil público” en la Red. Asumir el reto y la obligación de comunicar en las Redes Sociales nuestro pensamiento cristiano sin desvirtuar o relativizar la verdad por buscar la "popularidad".



  • 3. Evangelizar por Internet no es forzosamente hablar de Dios, sino demostrar nuestro estilo cristiano de vivir en todo lo que publicamos en la Red: opiniones, fotografías, preferencias, comentarios, etc.



  • 4. Cuidarnos de la tentación de tener páginas personales en donde mostremos en nuestro perfil una imagen parcial y distorsionada de nuestro mundo interior, con un afán de autocomplacencia.



  • 5. Reflexionar acerca de "¿Quién es mi prójimo?" en este nuevo mundo. Los que están a mi lado y los que no lo están. No perder de vista al que está junto a mi, pero tampoco desaprovechar la oportunidad de alimentar amistades y relaciones profundas y duraderas en el mundo virtual, con una comunicación franca, abierta, auténtica, amable y respetuosa.



  • 6. El Papa termina la carta invitándonos a todos los fieles a ser activos participantes en el mundo digital:"Deseo invitar a los cristianos a unirse con confianza y creatividad responsable a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana".



  • En fin, es una carta bien cortita y bien interesante que ningún católico deberíamos perdernos, pues está dirigida a cada uno de nosotros. 

    La pueden leer completa aquí: http://es.catholic.net/comunicadorescatolicos/576/2525/articulo.php?id=49240

    Estoy segura de que la disfrutarán.
    Que Dios los llene de bendiciones.

    Lucrecia Rego de Planas
    Dirección
    Catholic.net
    lplanas@catholic.net 

    martes, 25 de enero de 2011

    ¡Qué fácil es decir gracias!


    El agradecimiento presupone la existencia de alguien que no sólo da sino que se da. ¡Qué fácil es decir gracias para suscitar, sinceramente, lazos de amistad y apoyo entre los hombres! 


    Diariamente recibimos innumerables beneficios que otras personas nos ofrecen. Por ejemplo, un vendedor que nos atiende en su negocio, un peatón que nos cede el paso, un profesor que se esfuerza por dictarnos un curso excelente, y los incontables favores y detalles que obtenemos constantemente de nuestros familiares y amigos.

    También nos encontramos con dones y regalos que parecerían obvios y los damos por descontados: la vida, la salud, la comida, un nuevo día y la propia familia, entre otros.

    Frente a esos favores, servicios o regalos que nos han dado las personas que nos rodean, correspondemos, muchas veces, con ciertas actitudes de indiferencia porque, quizás, nos hemos acostumbrado a ser los destinatarios ordinarios de esas atenciones.

    Con frecuencia nos ahorramos, equivocadamente, el dar las gracias o expresar algún gesto de gratitud ante los detalles y servicios que los demás nos brindan. De esta forma, podríamos ir caminando en nuestro mundo rutinario sin valorar ni apreciar todo lo que continuamente estamos recibiendo de las otras personas, sea grande o pequeño.

    La virtud de la gratitud manifiesta, de forma sencilla, el aprecio y la estima que hemos de tener frente a una persona que busca ayudarnos. El agradecimiento presupone la existencia de alguien que no sólo da sino que se da. ¡Qué fácil es decir gracias para suscitar, sinceramente, lazos de amistad y apoyo entre los hombres!

    Las personas que saben ser agradecidas llaman fuertemente la atención a Dios. Así sucedió con los diez leprosos a los que Jesucristo curó y sólo uno, samaritano, regresó para darle las gracias. Entonces Jesús dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?» (Lc 17,11-19). Desde esta perspectiva, quien sabe agradecer, como el samaritano curado, demuestra que no considera todo como algo debido, sino como un don que, incluso cuando llega a través de los hombres o de la naturaleza, proviene en definitiva de Dios. ¡Qué tesoro se esconde en una pequeña palabra: ”gracias"! (cf. Benedicto XVI, Ángelus, domingo 14 de octubre de 2007).

    La gratitud se eleva a un plano sobrenatural cuando agradecemos a Dios por todos los dones que nos regala ordinariamente. Desde esta óptica, muchos hombres se levantan por encima de las dificultades y contrariedades de la vida para mostrar su gratitud al Señor, aún en medio del dolor, porque saben que Dios puede sacar del mal un bien mayor. Este fue el caso del justo Job que ante la muerte de sus hijos respondió: «Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea su santo Nombre» (Jb 1,18-21). Nuestra existencia está entretejida de situaciones dolorosas y nos puede costar aceptarlas sobrenaturalmente. Por esto es necesario vivir con la conciencia, como Job, de que Dios está presente en cada momento de nuestra vida, especialmente en las situaciones de sufrimiento (cf. Benedicto XVI, Homilía: encuentro con el mundo sufrimiento, 19 de marzo de 2009). 

    En conclusión, la virtud de la gratitud nos “humaniza” porque entraña el respeto y la educación entre las personas. Este precioso don también envuelve, simultáneamente, el acto de dar con generosidad y la actitud de recibir con agradecimiento. De esta forma, la gratitud es fuente de aprecio y estima entre los hombres y nos ayuda a elevar el corazón a Dios.


    Objeción de conciencia, educación sexual y libertad religiosa



    Objeción de conciencia, educación sexual y libertad religiosa
    Fragmentos del discurso anual que Benedicto XVI pronunció a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. 
    Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Vatican Information Service

    "Dirigiendo nuestra mirada de Oriente a Occidente, nos encontramos frente a otros tipos de amenazas contra el pleno ejercicio de la libertad religiosa. Pienso, en primer lugar, en los países que conceden una gran importancia al pluralismo y la tolerancia, pero donde la religión sufre una marginación creciente. Se tiende a considerar la religión, toda religión, como un factor sin importancia, extraño a la sociedad moderna o incluso desestabilizador, y se busca por diversos medios impedir su influencia en la vida social. Se llega así a exigir que los cristianos ejerzan su profesión sin referencia a sus convicciones religiosas o morales, e incluso en contradicción con ellas, como, por ejemplo, allí donde están en vigor leyes que limitan el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios o de algunos profesionales del derecho".

      "En este contexto, es un motivo de alegría que el Consejo de Europa, en el mes de octubre pasado, haya adoptado una Resolución que protege el derecho del personal médico a la objeción de conciencia frente a ciertos actos que, como el aborto, lesionan gravemente el derecho a la vida"....

    "Continuando mi reflexión, no puedo dejar de mencionar otra amenaza a la libertad religiosa de las familias en algunos países europeos, allí donde se ha impuesto la participación a cursos de educación sexual o cívica que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón".

    "En esta solemne circunstancia, permitirme explicitar algunos principios que inspiran la actividad de la Santa Sede, y de toda la Iglesia católica, ante las Organizaciones Internacionales intergubernamentales, a fin de promover el pleno respeto de la libertad religiosa de todos. En primer lugar, está la convicción de que no se puede crear una especie de escala en la gravedad de la intolerancia contra las religiones. Desgraciadamente, una actitud semejante es frecuente, y los actos discriminatorios contra los cristianos son considerados precisamente como menos graves, menos dignos de atención por parte de los Gobiernos y de la opinión pública. Al mismo tiempo, se debe rechazar también el peligroso contraste que algunos quieren establecer entre el derecho a la libertad religiosa y los demás derechos del hombre, olvidando o negando así el papel central que el respeto de la libertad religiosa tiene en la defensa y protección de la alta dignidad del hombre. Todavía menos justificables son los intentos de oponer al derecho a la libertad religiosa unos derechos pretendidamente nuevos, promovidos activamente por ciertos sectores de la sociedad e incluidos en las legislaciones nacionales o en directivas internacionales, pero que no son, en realidad, más que la expresión de deseos egoístas que no encuentran fundamento en la auténtica naturaleza humana. Por último, es necesario afirmar que no es suficiente una proclamación abstracta de la libertad religiosa: esta norma fundamental de la vida social debe ser aplicada y respetada en todos los niveles y ámbitos"....

      "Quisiera reafirmar con fuerza que la religión no constituye un problema para la sociedad, no es un factor de perturbación o de conflicto. Quisiera repetir que la Iglesia no busca privilegios, ni quiere intervenir en cuestiones extrañas a su misión, sino simplemente cumplirla con libertad. Invito a cada uno a reconocer la gran lección de la historia: "¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del hombre con sus respectivas obligaciones. También hoy, en una sociedad cada vez más globalizada, los cristianos están llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también con el testimonio de su propia fe y caridad".

      "En este sentido, la figura de la Beata Madre Teresa de Calcuta es emblemática: el centenario de su nacimiento se ha celebrado en Tirana, en Skopje, en Pristina, así como en India; le han rendido un vibrante homenaje, no sólo la Iglesia, sino también las autoridades civiles y los jefes religiosos, sin contar personas de todas las confesiones. Ejemplos como el suyo muestran al mundo cuánto puede beneficiar a la sociedad el compromiso que nace de la fe".
     
      "Que ninguna sociedad humana se prive voluntariamente de la contribución fundamental que constituyen las personas y las comunidades religiosas. (...) Por eso, mientras formulo votos para que este nuevo año sea rico en concordia y en un progreso real, exhorto a todos, responsables políticos, jefes religiosos y personas de toda clase, a emprender con determinación el camino hacia una paz auténtica y estable, que pase por el respeto del derecho a la libertad religiosa en toda su amplitud".

    El proceso de beatificación y canonización




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    El proceso de beatificación y canonización
    Para proceder a la canonización de un fiel se efectúa un verdadero proceso judicial de los más rigurosos que existen en el mundo.
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    Por canonización se entiende el acto pontificio por el que el Santo Padre declara que un fiel ha alcanzado la santidad. El proceso de canonización es uno de los procesos especiales que están regidos por una norma específica. Por la canonización, se autoriza al pueblo cristiano la veneración del nuevo santo de acuerdo con las normas litúrgicas. La canonización actualmente es un acto reservado exclusivamente a la autoridad pontificia. Pero -sin dejar de ser de competencia exclusiva del Pontífice- al acto de la canonización precede un verdadero proceso judicial de los más rigurosos que existen en el mundo. Baste decir que una causa de canonización se desarrolla generalmente durante decenios, y no es extraño encontrar causas que han durado siglos; para llegar a la canonización de un fiel se siguen varios procesos ante diversos tribunales -muchas veces en países distintos- e intervienen diversos organismos de la Santa Sede. Con el paso de los años, hasta llegar a la declaración de canonización, pueden haber intervenido decenas de jueces y oficiales especializados de la Santa Sede que examinan con detalle todos y cada uno de los pasos que se han dado.

    El acto de canonización se suele celebrar en una Misa presidida por el Papa, y constituye una de las ceremonias más solemnes de la Iglesia Católica. Hasta fechas muy recientes las canonizaciones se han celebrado siempre en el Vaticano -en la Basílica de San Pedro, o en la plaza de San Pedro si la congregación de fieles es muy numerosa- pero Juan Pablo II ha celebrado varias canonizaciones en sus viajes apostólicos, y en algunos casos la canonización ha supuesto uno de los acontecimientos más importantes en la memoria colectiva de una nación: así ocurrió con la canonización del Hermano Pedro (San Pedro de Bethencour) en Guatemala, o la de San Juan Diego en México.

    El canon 1403 declara que el proceso que se sigue en las causas de canonización se rige por una ley especial:
    Canon 1403 § 1: Las causas de canonización de los Siervos de Dios se rigen por una ley pontificia peculiar.


    El procedimiento que se debe seguir en las causas de canonización está recogido actualmente en la Constitución Apostólica Divinus perfectionis Magister, de 25 de enero de 1983 (AAS 75 (1983) 349-355) y en las Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis faciendis in causis sanctorum promulgadas por la Congregación para las Causas de los Santos el 7 de febrero de 1983 (AAS 75 (1983) 396-403). Estas normas modifican y actualizan lo relativo a las causas de canonización, normas que recogen a veces experiencias muy antiguas.

    En una causa de canonización de un fiel, se desarrollan varios procesos. En primer lugar, se debe proceder a la beatificación, que a su vez -normalmente- requiere dos procesos, uno de virtudes heroicas y otro por el que se declarar probado que Dios ha obrado un milagro por intercesión del fielque se pretende beatificar. Una vez beatificado, para proceder a la canonización se debe declarar probado un nuevo milagro por intercesión del beato. A continuación se describe el proceso de beatificación y canonización.


    Fase previa al proceso de beatificación



    La Iglesia pide que se introduzcan causas de beatificación de fieles que hayan fallecido con fama de santidad, y que ésta sea constante y difundida en diversos lugares. Por ello, para introducir una causa de beatificación se exige que transcurra un plazo. El derecho exige actualmente que haya transcurrido unplazo de cinco años desde la muerte del fiel, y que no hayan pasado cincuenta años. Anteriormente el plazo era de más de cincuenta años; la legislación actual ha decidido reducir el plazo para evitar la desaparición de pruebas. En este tiempo, y hasta que se proceda a su beatificación, la Iglesia prohibe que bajo cualquier aspecto se dé siquiera la apariencia de culto público al fiel que ha muerto con fama de santidad.

    Quienes deseen promover la beatificación de un fiel, pueden editar y distribuir estampas, hojas informativas y otros impresos en las que se contengan oraciones al fiel, pero en ellos debe constar la finalidad de la devoción privada de dicho material impreso.

    La espera de cinco años o más, sin embargo, puede ser muy fructífera. Los promotores de una causa de beatificación pueden aprovechar estos años para recoger testimonios de personas que conozcan la vida del candidato a santo, así como para redactar una biografía de exquisito rigor histórico y con buen aparato crítico y cuidada documentación, que eventualmente pueda servir para presentarla en los procesos competentes. Además será muy útil que difundan la devoción privada al fiel cuya canonización desean promover. Se suele hacer mediante la difusión de estampas u hojas informativas, y actualmente se incorporan nuevos medios: documentales y vídeos, páginas web, etc. También se pueden editar libros y folletos, como la biografía que se ha preparado para el proceso, u otras más sencillas para la divulgación, con tal de que sean rigurosamente históricas.


    Fase diocesana del proceso de beatificación



    Existen dos vías para la beatificación: se puede introducir un proceso de beatificación por virtudes heroicas, o bien puede incoarse un proceso de martirio. Los recorridos procesales, en ambos casos, son distintos.

    El proceso de beatificación por la vía de virtudes heroicas tiene como finalidad la declaración de que el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico. Al introducir el proceso, se establece la duda procesal de si el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico. Mientras que si el proceso se desarrolla por la vía de martirio, la duda sobre la que se establece el proceso es si el fiel sufrió martirio por su fe.

    En todo proceso -y también en el de beatificación y de canonización- hay un actor, que es quien asume la responsabilidad de impulsar el proceso hasta terminarlo. Puede ser actor del proceso de beatificación cualquier persona, física o jurídica, aunque en estos procesos, dados los grandes plazos de tiempo que se requieren, lo normal es que sea una persona jurídica: una diócesis, la familia religiosa a la que pertenecía el fiel, etc. En algunos casos se han constituido Asociaciones con el fin de promover la beatificación y canonización de una persona que han sido quienes se han personado como actores. Quien desee promover una canonización, ha de tener en cuenta que es una tarea que excede a una sola persona, por los plazos de tiempo que requiere y por el trabajo que exige.

    El actor, además, ha de nombrar un postulador de la causa. El postulador tiene la función de representar al actor en la causa: es él quien de hecho se encarga de impulsar la causa. Según las Normae servandae, promulgadas por la Congregación para las Causas de los Santos, el Postulador debe residir en Roma en el momento en que la causa se lleve a la Congregación. Pueden ser Postuladores sacerdotes, miembros de Institutos de Vida Consagrada o laicos, peritos en historia, teología y derecho canónico y expertos en la práctica de la Congregación. Se pueden nombrar Vicepostuladores, que ejercen sus funciones en las diversas partes del mundo como delegados del Postulador.

    El tribunal competente para iniciar la causa de beatificación es el del lugar en que ha fallecido el fiel (Normae, 5, a). El postulador ha de presentar una biografía del fiel, todos los escritos del fiel -publicados e inéditos, como cartas, notas de conciencia, etc.- y una lista de personas que puedan testificar sobre la vida del fiel. También ha de añadir las razones que avalan la petición: difusión de la devoción privada, atribución de favores por su intercesión, etc. Desde el momento de la introducción de la causa, al fiel cuya canonización se pretende se le llama siervo de Dios. El hecho de que un fiel sea siervo de Dios no prejuzga de ningún modo su santidad; es más, se pueden ofrecer sufragios (Misas de difuntos y oraciones) por su alma.

    Una vez introducida la causa por el actor, el Obispo ha de designar censores teólogos que examinen los escritos del siervo de Dios, los cuales deben certificar que en ellos no se contiene ninguna doctrina contraria a la fe y a las buenas costumbres. Una vez examinados los escritos, y si el examen de los escritos es negativo (no hay nada contrario a la fe y las buenas costumbres), el Obispo debe tomar la decisión de abrir o no el proceso. De todas maneras, si urge tomar declaraciones a los testigos para que no se pierdan pruebas, se puede seguir adelante sin esperar a que los censores emitan su dictamen. Esto es importante en las causas de siervos de Dios que tienen muchos escritos.

    La decisión de Obispo debe tener en cuenta el bien de la Iglesia universal, para lo cual le puede ayudar conocer la fama de santidad del siervo de Dios y la difusión de su devoción. Si decide que la causa de beatificación se inicie, promulga un decreto por el que constituye un tribunal, nombrando al menos un juez y un promotor de justicia. El promotor de justicia tiene la función de buscar la verdad del caso: a veces se le ha designado “el abogado del diablo”, porque en otras épocas no buscaba la verdad, sino que su función era poner dificultades. Muchas veces participa también en el tribunal un secretario-notario. En el decreto el Obispo ordena también la recogida de pruebas y de testimonios.

    El objetivo del proceso es establecer si el siervo de Dios vivió en grado heroico las virtudes cristianas y su fama de santidad; para ello se examina la vida del siervo de Dios, y se intenta averiguar, por los hechos de su vida, el modo de vivir las virtudes. Nótese que importan poco los hechos extraordinarios que puede haber habido en la vida de un siervo de Dios: una causa en las que el postulador aporte sólo hechos extraordinarios, y no aporte pruebas del modo en que el siervo de Dios vivió las virtudes, difícilmente prosperará. Existe la práctica de considerar que se han vivido las virtudes heroicas, si el siervo de Dios luchó por vivirlas al menos los últimos cinco últimos años de su vida. Este criterio se ha flexibilizado recientemente en las causas de niños.

    Naturalmente, lo dicho vale para las causas por virtudes heroicas: si la causa es de martirio, se centrará en el momento de la muerte del siervo de Dios, pues se trata de demostrar que murió por odio a la fe. No importarán, por lo tanto, el modo de vivir las virtudes heroicas. Las pruebas que se han de aportar se referirán, por lo tanto, al momento de su muerte.

    Una vez constituido el tribunal, en él se interrogan a los testigos, los cuales preferiblemente deben ser de visu (de vista); si no existen, o alguno aporta datos importantes, se pueden proponer testigos ex auditu (de oído). Se deben proponer un número notable de testigos que no pertenezcan al mismo instituto de vida consagrada del siervo de Dios, si es el caso, y también a personas contrarias a la causa.

    Una vez terminada la fase probatoria, se redacta un documento en el que se examinan los datos recogidos (la llamada positio) y se envían todas las actas a la Congregación para las Causas de los Santos.


    Fase romana del proceso de beatificación



    En la Santa Sede es competente la Congregación para las Causas de los Santos. Dentro de la Congregación, existe un Colegio de Relatores. Su función es recibir las causas que llegan e impulsarlas, de acuerdo con las normas de la propia Congregación y con el máximo rigor.

    Una vez recibida la causa, se asigna a uno de los Relatores, el cual preparara las ponencias sobre las virtudes o sobre el martirio del Siervo de Dios. Esta tarea se suele prolongar durante muchos años, pues depende ante todo de la importancia de las causas; y la importancia la determina principalmente la fama de santidad. Por eso si el postulador quiere impulsar un causa, puede recoger relatos de favores atribuidos a la intercesión del siervo de Dios, si es posible con documentación que avalen el milagro como informes médicos, declaraciones juradas, etc. También son útiles otros documentos que avalen la fama de santidad, como cartas que escriben los fieles. Otro hecho que impulsa la causa es que se haya iniciado ya el proceso de un presunto milagro.

    La ponencia sobre las virtudes o sobre el martirio se presenta a la Comisión de Teólogos, los cuales emiten su voto. Si éste es favorable, se entrega a los Cardenales y Obispos miembros de la Congregación. Si su voto también es favorable, se presenta al Santo Padre la propuesta de que se apruebe el decreto de virtudes heroicas del siervo de Dios: una vez aprobado, el siervo de Dios recibe el título deVenerable. Las normas litúrgicas no permiten dar ningún culto a los siervos de Dios declarados Venerables, pero desde el momento de su declaración han de cesar los sufragios por su alma, puesto que la Santa Sede ha juzgado que ha vivido en grado heroico las virtudes cristianas.

    Si la causa de beatificación se sigue por vía de martirio, no se procede a la declaración de Venerable. Como se sabe, para la beatificación de los mártires no es necesario el proceso del milagro. Una vez aprobada la ponencia por las dos grupos -Comisión de Teólogos y Congregación de Cardenales y Obispos- se presenta al Santo Padre, el cual, si lo estima conveniente, procederá a promulgar el decreto por el que se aprueba el martirio del siervo de Dios, y ordenará su beatificación.


    El proceso del milagro



    Es competencia del Obispo del lugar en que haya ocurrido la investigación del milagro que se atribuye a la intercesión de un siervo de Dios. Se considera milagro a estos efectos un hecho que no es explicable por causa naturales, y que se atribuye a la intercesión de un siervo de Dios. La mayoría de los milagros son de naturaleza médica, pero es posible investigar milagros de otro tipo; en cualquier caso, el milagro debe ser físsico: "la práctica ininterrumpida de la Iglesia establece la necesidad de un milagro físico, pues no basta un milagro moral", según recordó Benedicto XVI en el Mensaje al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Así, un milagro no médico que ha valido para una beatificación ha sido una multiplicación de arroz: a modo semejante a la multiplicación de los panes y los peces, una gran multitud pudo comer con el contenido de un poco de arroz. El hecho ocurrió el 25 de enero de 1949 en Olivenza (Badajoz, España) por intercesión de San Juan Macías, y de tres tazas de arroz echados en una olla salieron bastantes ollas de arroz hervido. Fueron testigos todos los habitantes del pueblo. El milagro sirvió para la canonización del santo.

    Al igual que en el proceso de virtudes heroicas, el postulador iniciará el proceso en el tribunal competente y propondrá las pruebas pertinentes. En el caso de milagros médicos, son útiles las pruebas médicas anteriores a la curación y posteriores, así como el testimonio de los médicos. No se debe olvidar demostrar que la curación fue por intercesión del siervo de Dios: deberá testificar, por lo tanto, la persona que haya pedido el favor al siervo de Dios (que puede ser el beneficiado por el milagro, u otra persona).

    Sólo serán relevantes los milagros que bajo ningún aspecto pueda ser explicable por causas naturales. En el caso de las curaciones, por ejemplo, se debe descartar una curación por causas médicas que aún no se explican, pero quizá algún día se conocerán. El postulador deberá buscar asesoramiento de un buen médico con recto criterio antes de iniciar el proceso.

    Al igual que en el proceso ordinario, se redacta una positio y se envían las actas a la Congregación para las Causas de los Santos. En este caso, sin embargo, no se interviene un relator. Los milagros atribuidos se estudian en una Comisión de peritos (que será de médicos, si el favor es una curación), después en un Congreso especial de los teólogos, y por fin en la Congregación de los padres cardenales y obispos. Si los informes de los tres grupos es favorable, se presenta al Papa, que es quien tiene la competencia de determinar lo que sea conveniente.

    Si el Santo Padre lo estima conveniente, emite un decreto por el que se aprueba el milagro y se ordena la beatificación. Tanto en este caso, como si la beatificación es de un mártir, la fecha de la beatificación se decidirá más adelante en un Consistorio de Cardenales.

    Para la beatificación, el Papa suele designar un Cardenal que la realice en su nombre. Desde el Año Santo de 1975, Pablo VI comenzó a realizar personalmente las beatificaciones, costumbre que continuó Juan Pablo II. Benedicto XVI ha retomado la norma de delegar a Cardenales la beatificación de los siervos de Dios.

    El 29 de septiembre de 2005, la Congregación para las Causas de los Santos emitió un comunicado en el que indica que la beatificación, siendo un acto pontificio, será realizada por un Cardenal en nombre del Santo Padre, que normalmente será el Prefecto de la misma Congregación. De acuerdo con estas normas, el rito tiene lugar en la diócesis que ha promovido la beatificación o en otro lugar considerado idóneo, aunque a petición de los Obispos puede ser en Roma. La beatificación se celebra dentro de la celebración eucarística.


    La canonización



    Una vez beatificado el siervo de Dios, para llegar a la canonización se debe hacer un nuevo proceso. El procedimiento para la canonización es similar para los beatos mártires y los beatos por vía de virtudes heroicas.

    En la canonización se espera a la intervención de Dios: es decir, lo que se debe probar es que ha habido un milagro atribuible a la intercesión del beato. Por lo tanto, se requiere un milagro para proceder a la canonización de un beato. El milagro debe ser posterior a la beatificación. Si se da un hecho extraordinario que puede ser milagro, se procede de modo similar al milagro anterior a la beatificación: se inicia unproceso de milagro, que es similar al proceso del milagro para la beatificación. Vale por lo tanto todo lo dicho en su lugar. Una vez terminado el proceso en el que se prueba que ha habido un milagro, el Santo Padre -si lo estima procedente- promulgará el decreto por el que se ordena la canonización, y la fecha se decide en un Consistorio de Cardenales.

    Por lo tanto, para proceder a la canonización de un siervo de Dios, se ha debido probar en juicio que ha habido dos milagros. Sin embargo, si el proceso es por vía de martirio, se debe probar sólo un milagro.

    viernes, 21 de enero de 2011

    miércoles, 19 de enero de 2011

    Si no amas a Cristo es que no lo conoces


    El amor a Dios es una gracia y esta gracia me interesa para hoy y para mañana, y para todos los días de mi vida.


    1. Cristo sabía que predicando la verdad muchos iban a abandonarlo

    Cristo es siempre fiel a Dios y al hombre. ¡Qué fácil hubiera sido para Él suavizar su mensaje! En vez de decir “Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,54), pudo haber dicho: “Cada vez que veáis pan y vino, recordaréis que yo deseo que vayáis al Cielo”. Pudo haber rebajado su mensaje, al estilo protestante, y lo hubieran aceptado y no lo hubieran abandonado. Pero Cristo tenía la conciencia de que tenía que ser el tipo de Mesías que le pedía ser su Padre. El Catecismo da testimonio de esto en el n.540:

    La tentación de Jesús (en el desierto) manifiesta la manera en que tiene que ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y la que los hombres le quieren atribuir.

    Cristo es un verdadero profeta, fiel a la Palabra de Dios y fiel al hombre. ¡Hay tantos falsos profetas en el mundo! Traicionan la Palabra de Dios y también al hombre pues el hombre tiene el derecho de conocer la verdad y especialmente la verdad religiosa.

    Podemos decir, sin querer exagerar, que el evangelio que no duele no es evangelio. Un evangelio que permite al hombre deshacerse de su mujer cuando encuentra a una más bonita y más joven, un evangelio que deja a la pareja regular los nacimientos usando los métodos que quieren, un evangelio que deja a los novios tener relaciones prematrimoniales “porque lo hacen con amor”, un evangelio que dice que se puede ser buen católico sin ir a la Iglesia... no es el verdadero evangelio.

    Cristo predicó la verdad porque era una consecuencia de su amor a Dios y al hombre.

    Yo quisiera que meditaran con el Evangelio en la mano la fidelidad de Jesucristo a la misión que el Padre le encomendara y que la tomaran como punto de referencia de la suya e intentaran calcarla. Él, Jesucristo, es fiel porque en su corazón lleva y le consume un grande amor a su Padre, al Reino, a las almas. Su fidelidad es así un resultado que tiene su causa en este amor. Imposible ser fieles si no se ama. 

    2. Jesucristo respeta la libertad de cada hombre

    Cuando Cristo predicó sobre la Eucaristía muchos discípulos le abandonaron: “Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él”.

    Dirigiéndose a sus Apóstoles dijo: “Uno de vosotros me entregará" (Jn 6,70). A continuación dice el Evangelista: “Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los Doce” (Jn 6,71).

    Si bien es un gran misterio la traición de Judas, también lo es el hecho de que Cristo le dejó seguir adelante, respetando su libertad. Dios es sumamente respetuoso con el hombre. No quiere forzarnos a amarle: no quiere la sumisión de un esclavo sino la entrega amorosa de un hijo. Nuestra opción por Cristo es definitiva, pero siempre existe la posibilidad, mientras vivimos en este “valle de lágrimas”, de traicionarlo. Por eso, debemos pedir todos los días la gracia de la perseverancia final en nuestro amor por Dios.

    El amor a Dios es una gracia y esta gracia me interesa, me interesa hoy y para mañana, y me interesa para todos los días de mi vida. Nada quiero ni nada me consuela, nada tengo y nada apetezco, la única ilusión clavada inalterable es mi Cristo y mi Señor, y si yo pierdo esto, lo único que tengo... 

    3. La fe es una opción por Cristo

    Dijo San Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Aquí la fe aparece en toda su austeridad, en toda su desnudez. Significa optar por Cristo con todos sus consecuencias. En Él hemos visto brillar todas las virtudes: la obediencia, la caridad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia...

    Quisiera contagiarles de esta misma pasión (de amor a Cristo), quisiera que la fuerza de su amor a Cristo fuera mucho más fuerte, más arrolladora, más impetuosa que su egoísmo y sensualidad. El amor es una fuerza unitiva; es el poder que abre nuestro corazón para que Dios penetre y se posesione de él. 

    4. Debemos fortalecer nuestra opción por Cristo

    La fuerza que más divide a los hombres es el odio y la que más los une es el amor. De allí una conclusión lógica: si queremos reforzar nuestra opción por Cristo, debemos amarlo más.

    En una reunión de chicos y chicas, preguntaron a un chico: “¿Tú amas a esta chica?” Él respondió: 

    “¿A cuál?” Es evidente que no podemos amar lo que no conocemos. Es lo que pasa también en nuestra religión católica: titubeamos en nuestra opción por Cristo porque no lo amamos suficientemente, y no lo amamos porque no lo conocemos todo lo que podríamos.

    Cada vez me convenzo más de que si no se le ama (a Cristo), es porque no se le conoce. A cada paso mi corazón se desgarra de dolor y el alma se queda fría al ver la iniquidad y el pecado en que están metidos todos los mortales. También los cristianos, o por lo menos, muchos de ellos. ¡Jesucristo no es conocido! Su doctrina en muchos casos es letra muerta. 

    Como andas las cosas.


    Hola a todos los lectores y seguidores del Ministerio Romanos 8. 35, es un grato honor saber que tenemos personas que nos siguen, eso nos lleva a una responsabilidad mayor con respecto a la evangelización, y un grato saludo a también a los que nos siguen y leen nuestros artículos sin seguirnos pero leen fiel mente nuestros temas.

    Tenia mucho tiempo que no escribía un tema de mi vida o mejor dicho de un testimonio o alguna experiencia con Dios, mil disculpa pero como han podido ver he encontrado muchos temas interesantes que todo católico debe saber, y es bueno que compartamos.

    Tengo para decirles que el Señor me ha dado mas de lo que puedo imaginar, cosa que no es de extrañarse, uno siempre le corre a Dios y al final a quien le conviene la propuesta de Dios es a nosotros mismo. Una vez escuche algo que me dejo algo atónito, y es "que lo que Dios tiene para nosotros es lo que nos hará felíz" entonces ¿por que corremos? o ¿a que le corremos? todo lo que he pedido a Dios me lo ha concedido, pues el entiende que esto no interviene con los planes de salvación que el tiene para mi mas bien aporta algo en su plan de salvación.

    ¿Eso quieres decir que si Dios quieres que sea sacerdote aun que a mi me parezca algo absurdo  si es su plan esto me hará feliz aun que ahora mismo mi mente no lo entienda?. Aceptar la voluntad de Dios en todo incluye también sufrir por el, no es que sufres y eres feliz sufriendo es que sufres por agradar a quien amas, y prefieres ser tu quien sufras y no tu amada o amado, ese la misión del sufrimiento hacer despertar el amor.

    Yo no soy un veterano en el amor apenas soy un aprendiz y me cuesta aprender amar como el Santo me amó, por que hay tantas barreras que tengo que tumbar, pero como dice Fil. 4 .13 todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

    Decir les que las cosas anda bien, humanamente hablando les digo que no estoy sin trabajo, tengo muchas deudas, tengo muchos compromisos, pero si nos detenemos y vemos quien va a nuestro lado, nos damos cuenta que esas cosas son tonterías. Dios camina a nuestro lado, si el Santo de Israel camina a nuestro  lado "las cosas están bajo control".