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La luz del Santo nos cubrió y nos saco de las tinieblas.

domingo, 1 de noviembre de 2009

LA FAMILIA TRANSMISORA DE VIRTUDES Y DE VALORES




Muy estimadas familias, matrimonios, jóvenes y personas de buena voluntad.



Nos disponemos la Iglesia y el Estado a celebrar el mes de la familia. Hace cuarenta años el Movimiento Familiar Cristiano y el Ministerio de Educación Pública, crearon esta iniciativa, que ha dado frutos abundantes para la familia costarricense.

El mes de la familia en nuestra Patria ha de ser un tiempo en que hagamos un alto para mirar con seriedad, con amor y admiración nuestras familias, conscientes que la familia es la célula base de la sociedad y la Iglesia en miniatura o Iglesia doméstica como la llamara el Concilio Vaticano II.

Ha de ser un mes para aprovechar todos los medios a nuestra disposición para concentrarnos en la importancia que tiene la familia para cada uno de los ciudadanos, sabiendo que la familia es la primera escuela de valores. Es en la familia donde nace, crece y madura la persona humana. Cada ser humano lleva el sello de su familia y lo marca para toda la vida. Se podría afirmar que cada uno es lo que recibió en su familia.

Hoy más que nunca, cuando corrientes, como avalanchas amenazan con desaparecer la institución familiar y con ella el orden social, se debe prestar la mayor atención para que la familia cumpla con su cometido. Porque la sociedad esta condicionada a lo que son las familias que la componen y el futuro de la Iglesia y del mundo dependen de la calidad de la mismas.

Este año el mes de la familia tiene como tema: “Familia transmisora de las virtudes y de los valores humanos”. La familia es el espacio natural donde comienza la persona a cultivar la virtudes fundamentales que lo acompañarán a lo largo de su existencia, mediante los hábitos repetidos que se convierten en la forma del actuar del individuo y le va desarrollando y perfeccionando su personalidad y su conducta.

Podemos afirmar que la familia es también, la escuela primordial que enseña todos los valores que posee la persona, porque es la comunidad de amor y de solidaridad, una comunidad que no encuentra su fundamento último ni en la ley, ni en la utilidad que sus miembros pueden obtener de ella, sino en la capacidad de amar familiarmente y cimentar en este amor una comunión de vida.

Es la familia un espacio de comunicación total, en el que son incluidas las personas en su totalidad y no en su aspecto funcional que les da la sociedad. De aquí se desprende la solidaridad muy propia de la familia que constituye el fundamento de su estructura social. A este respecto decía el Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II: “El hombre es imagen y semejanza de Dios no sólo a través de su propia humanidad, sino también de la comunión de personas que el hombre y la mujer forman desde el principio. La función de la imagen es la de reflejar a aquel que es el modelo, reproducir el propio prototipo. El hombre se vuelve imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad como en el momento de comunión” (Catequesis sobre amor humano, 1985). De la consideración y reconocimiento de la familia como comunidad de amor y de solidaridad se desprenden todas las virtudes y los valores capaces de neutralizar las amenazas egocéntricas, violentas y destructivas contra el matrimonio y la familia.

Otros valores primordiales de la humanidad que encuentran en la familia su espacio natural es la fraternidad y la paz. El ser humano nace para la paz y en la paz, aunque pueda ser víctima de la violencia. El ser humano nace hijo y hermano, esto es en fraternidad, aunque pueda caer en la enemistad con cualquier otro ser humano, incluso en su propia familia. Sólo el amor es originario en el ser humano, el odio es una desviación.

Vale la pena que nos detengamos a lo largo de este mes de la familia, para tomar conciencia de la máxima importancia que tiene la familia como el espacio natural de cultivo y transmisión de las virtudes y de los valores humanos, espirituales y morales.

El Documento conclusivo de Aparecida nos presenta a la familia como “uno de los valores más queridos de nuestros pueblos y como patrimonio de la humanidad” (DA 5, 302, 435).



Llevemos este mensaje por todas partes.

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